Una de las fechas más esperadas, no solo por los guatemaltecos, sino por millones de personas en el mundo, es la Navidad. Esta fecha se caracteriza por el intercambio de regalos, convivios, abrazos y mucha comida. Todos estos gestos propios de la Navidad no tienen ningún sentido si no se invita al verdadero cumpleañero: Jesús. Estos gestos deben ir acompañados por el amor que Dios ha inscrito en nuestros corazones. No necesitamos hacer milagros ni comprar regalos caros para irradiar amor y hacer felices a los seres queridos. Nuestro mejor regalo puede ser una sonrisa, un abrazo, una llamada telefónica, un mensaje con un contenido verdadero, honesto y útil.
Los cristianos celebramos con alegría un aniversario más del Nacimiento de Jesucristo en Belén, y nos unimos a la alegría que causó en sus padres, José y María, el nacimiento de un niño que sería signo de contradicción en una sociedad necesitada del amor de Dios. No me gusta decir esto, pero hay que decirlo. En Guatemala hay demasiada hipocresía, envidias y odios. ¿Verdad que sí? Que este niño nacido en un pesebre nos conceda la gracia de ser pequeñas gotas de verdad y bondad, y que aprendamos a caminar sobre los charcos de agua sucia sin contaminarnos.
Hoy el mundo está necesitado del amor de Dios, y como cristianos estamos obligados a amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado. «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz» (Is 9,1-3.5-9). Que en esta Navidad iluminemos la vida de los demás. Toda la vida del Niño Dios se traduce en servicio, paz, luz, perdón, disciplina y amor. Es el regalo más grande de Dios a la humanidad.
¿Cómo puedo hacer realidad la ternura de este niño nacido en un pesebre en los contextos donde actualmente me desenvuelvo? En esta Navidad, sencillamente regale su amistad a quienes están sumidos en la soledad y en la desconfianza, al que tiene todo, pero a la vez no tiene nada; a los que se la pasan llorando porque han perdido a sus seres queridos. También ore por los Judas que han comido en su mesa, porque pudiendo decirle las cosas cara a cara no se atrevieron; prefirieron clavarle un puñal en la espalda. Rece por los padres de familia que han abandonado a sus hijos y no les han dado lo necesario para vivir.
En esta Navidad no olvidemos que nuestro principal invitado en la mesa que preparemos para compartir es el Niño Jesús. Este niño debe ser el motor de su vida. Ponga toda su confianza en Dios y no en el dinero o en las cosas materiales. Porque con dinero usted puede comprar los mejores regalos, pero no el abrazo o un beso sincero de sus seres queridos. Que el dinero sea solo un medio para compartir lo que Dios le ha dado. El fin de nuestra vida es la felicidad, y usted puede hacer felices a sus seres queridos con un beso, un abrazo, una caricia, una oración, una visita o bien donando una parte de su valioso tiempo para hacer obras de caridad.
En esta navidad diga: Gracias Jesús, porque en los momentos más difíciles de mi vida has estado a mi lado. Estuviste junto a mí cuando perdí a mi padre, a mi madre y al hijo que más amaba. Sentí tu presencia el día que mi esposo me abandonó por otra mujer, el día que me despidieron injustamente del trabajo. Gracias porque puedo estar al lado de mi familia, de mis hijos, de mis padres. Gracias, porque tengo un trabajo para sostener a mis hijos, por la vocación que me has regalado, sé que no he sido el mejor, pero te prometo que a partir de este momento seré un mejor hijo, una mejor hija, un mejor padre, una mejor madre, un mejor jefe. Dame sabiduría para hacer siempre tu voluntad.
A todos y todas les deseo una ¡Feliz Navidad! Que disfruten estas fiestas al lado de sus seres queridos con prudencia y tolerancia. Les prometo mis oraciones.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.