“No puedo respirar” fueron las últimas palabras de George Floyd, cuando se encontraba su cabeza debajo de la rodia de un oficial de la policía, dos más presionaban su cuerpo. Cuatro policías atendieron el llamado de auxilio de un empleado de la tienda que acusó a Floyd de pagar con un billete falso de veinte dólares. El acusado en ningún momento puso resistencia, sin embargo, eso no impidió su mortal captura, llevándolo a la muerte en cuestión de nueve minutos, un tiempo demasiado largo para estar sin aire en los pulmones. Un castigo horrible para alguien que resulto ser inocente.
Los hechos se llevan a cabo en un contexto bastante particular, en un momento en el que Estados Unidos suma más de cien mil muertos por la pandemia del Covid-19, con un encierro de más de noventa días. Las circunstancias del asesinato, el racismo imperante y la desesperación de los ciudadanos estadounidenses dieron como resultado un estallido social de repercusiones a nivel global. Protestas en casi todas las ciudades más importantes, no solo de EEUU, también de Europa. Personalidades, artistas, deportistas, líderes políticos y religiosos condenaron el hecho. Incendios de edificios públicos, saqueos de comercios. Las manifestaciones llegaron hasta la “Casa Blanca”, obligando, según se filtró la información, a que el Presidente Trump visitara el bunker preparado para una amenaza mayor de su integridad. Esto, nadie lo espero, mucho menos lo previo, el poderoso del mundo, con todo y sus fuerzas de seguridad, estuvo muchos días de rodillas.
¿Fue todo este movimiento producto del racismo? Se define racismo como “Ideología que defiende la superioridad de una raza frente a las demás y la necesidad de mantenerla aislada o separada del resto dentro de una comunidad o un país.” Esa forma de pensar motivo a los Invasores españoles en 1524 para considerar a los pueblos originarios animales. (Una historia similar en EEUU con los colonos, luego con la esclavitud). Los invasores ordenaron que vivieran en corrales, hasta que la iglesia decidió bautizarlos, hecho que era imposible si vivían en jaulas, pero además de eso vieron nacer a niños producto de las violaciones, con la piel blanca y los ojos azules, así que los salvaron del pecado y los bautizaron, pero a pesar de eso siguieron considerándolos inferiores.
Pero lo peor es que la religión alimenta este proceso de racismo desde sus orígenes, donde se presenta al Dios y a su hijo Jesucristo con tres elementos fundamentales, primero son hombres (machismo), segundo de piel blanca (base de la idea de una raza superior, origen de la segunda guerra mundial, discurso de Adolfo Hitler) y es un guerrero (fuerte, poderoso, capaz de defender a su pueblo, guiarlo por senderos de prosperidad). El problema en si no es la religión, es de quién dirige las diversas iglesias. Cuando el predicador llama a un Ajq’ij brujo, o que adora al demonio está siendo racista, desde la concepción religiosa. Igual cuando se critica a los adoradores de imágenes, racismo que llevo a un acto histórico, repudiable durante la colonia, en el que Francisco Marroquín en el siglo XVI quemo imágenes, escritos y humanos (indígenas) por no aceptar su religión.
El racismo lleva implícito el odio, especialmente cuando se suma la ausencia de Estado en las comunidades más pobres del país, al no existir autoridad estatal en las poblaciones, toman el poder los que poseen una posición económica superior a los demás. En el caso de la muerte, en San Luis Peten, del Ajq’ji Domingo Choc Che, una familia con recursos económicos de un nivel superior al de los otros comunitarios, condenan a muerte al que consideraron responsable de la enfermedad del papá de uno de ellos. El asesino acepta ser responsable, y afirma que mato a un brujo. La forma de vida del “Abuelo Domingo” no es aceptada por la religión, se condena, se desprecia, se odia y se castiga, como sucedió el sábado seis de mayo.
Este hecho no puede ser visto como algo aislado, tampoco responsabilidad de una iglesia en particular, o una familia, es algo estructural, propiciado por el mismo Estado, desde su concepción, desde su origen criollo.
El racismo se puede sentir en las redes sociales, basta leer los comentarios que perfiles que se ocultan en el anonimato hacen a lideresas mayas como Sara Curuchich, Telma Cabrera, o Rigoberta Menchu, entre otras. El movimiento de los pueblos originarios, con el apadrinamiento de los gobiernos se ha tildado de delictivo, hasta llegar a ser nombrados “terroristas”, es más una fundación permitida por el gobierno funciona, alimentando el odio, el racismo y la discriminación, “Fundación contra el terrorismo”.
Desafortunadamente tuvo que ser la muerte de dos seres humanos la que despertara la conciencia del mundo, una que es de corta duración, bastara unos días y volveremos a la “nueva normalidad”, igual de racista, discriminadora y desigual.
Profesor universitario, académico, profesional de las Ciencias Económicas.