La cultura de un pueblo se va conformando de acuerdo a las vivencias y acontecimientos por los que transcurre; y esa cultura se refleja, y se ve reflejada, en el arte que expresa los sentimientos y pensamientos vividos; de manera que a través del arte podemos comprender la historia de ese pueblo. Arte que se manifiesta en la música, la literatura, la arquitectura, escultura y pintura, el teatro y la poesía.
Así, y como ejemplo, reconocemos un estilo “barroco” en mucho de la arquitectura, literatura y música guatemalteca, que responde a una manera de pensar y sentir que predominó en Guatemala durante buena parte de la época colonial (cerca de tres siglos), y cuya influencia se reflejó en la cultura y formas de vida del país, especialmente en su Capital y áreas aledañas, con sus formas rebuscadas, muy elaboradas y adornadas, y que socialmente aún se evidencian en ese trato amable, a veces exagerado y “prosopopéyico” del guatemalteco.
Un poco diferente es en Quetzaltenango, en donde la arquitectura predominante es de estilo neoclásico o clasicista, corriente artística que apareció como reacción al barroco en la Europa de mediados del siglo XVIII, cuyo arte se evidencia en el centro de la Ciudad, con un estilo más sobrio y discreto, lo que se refleja también en la “cultura” de sus ciudadanos. Esta cultura y su expresión artística, única en Guatemala, obedece a varias lógicas. Por una parte, la presencia durante casi un siglo de alemanes en la región, cuya psicología social es muy racional; también a la presencia de personajes “liberales” influidos por la filosofía positivista que enunciaba el progreso; y obviamente, por la cultura Maya autóctona.
También sucede que un grupo de la sociedad, o una familia, o incluso una persona pueden influir en la cultura de un pueblo, especialmente si ostentan algún poder, sea político, social o económico. Este es el caso de la familia de don Francisco Sánchez (1814-1876), cuya incidencia en Guatemala y especialmente en Quetzaltenango fue de primer orden durante buena parte del siglo XIX y principios del siglo XX. Sus herederos Delfino, Urbano y Francisco ocuparon importantes cargos políticos en el gobierno de Justo Rufino Barrios (Delfino fue Ministro de Desarrollo, y Urbano murió junto a Justo Rufino Barrios en 1885); y las empresas familiares fueron las más grandes del país en su momento (fábrica de Cantel; accionistas importantes del Banco de Occidente; fincas en diversos sitios, entre otras). Un miembro de la familia influyó de manera especial en el arte a través de la arquitectura, Domingo Goicolea Urréjola, casado con Dolores Sánchez, hija de don Francisco. El arquitecto-aparejador don Domingo Goicolea nació en Álava, Pais Vasco, en 1849, estudió en la Escuela de Bellas Artes, y llegó a Guatemala en 1874; más tarde fue el administrador de los bienes de su suegro.
El arquitecto Goicolea trajo su experiencia y formación en el estilo arquitectónico neoclásico de su región de origen, así como la habilidad de trabajar en piedra (en el País Vasco abundan las canteras), asuntos ambos que aplicó a su llegada a Quetzaltenango; su primera obra fue la antigua Penitenciaria (hoy Casa de la Cultura), ubicada frente al Parque a Centroamérica. Más tarde diseñó y construyó el Palacio Municipal, el antiguo edificio de correos y varias casas particulares en Quetzaltenango y Guatemala; fue el diseñador y constructor de la Iglesia de Nahualá, perteneciente a la Diócesis de El Quiché, a cargo en esa época de su tío, el cura Andrés Goicolea. El mausoleo de la familia Sánchez en el Cementerio de Quetzaltenango es una de sus obras más emblemáticas. El arquitecto Goicolea enseñó el trabajo de cantero a Agatón Boj, quien fue su más cercano colaborador en los trabajos en piedra (en las cercanías de Quetzaltenango también abundan las canteras); y su asistente en albañilería fue Nicolás Quixtán. Don Domingo Goicolea fue también un filántropo; consta su apoyo a muy variadas obras benéficas, entre ellas el “Grupo de fomento de Quetzaltenango”.
El caso comentado explicita cómo una tendencia artística puede incidir en la cultura de un pueblo. De la misma manera que un estilo de arte recoge elementos de la cultura y los deja expresados para la posteridad.