Érase una vez un hombre que, enloquecido por los delirios del amor no correspondido, decidió buscar la tumba de Vanushka: una gitana que, en su viaje por Xela, en Guatemala, cuentan que murió de amor y que desde entonces y desde su morada eterna, hace favores.
Cegado por ese último recurso para evaporar la magnánima exacerbación de su soledad, recorrió cantinas para que la gente le dijera, de alguna forma parecida a la ciencia, qué había que invocar ante la gitana para que se consumara el amarre y su amada Beatriz fuera finalmente siempre suya.
No encontró más respuestas que el asombro de lo simple: “Escribir su nombre, con algo que sirva para escribir, en un lugar vacío de su tumba”.
Avergonzado por su propio rostro exasperado, entró por la parte trasera del camposanto, conocida como la loma, a la medianoche. Borracho y enamorado, halló solitario el lugar donde el cuerpo de Vanushka fue enterrado tras diluirse en algo parecido a la amargura y descubrió tantos nombres de mujeres y hombres escritos por personas de otros tiempos que buscaron lo mismo en el otro mundo al no encontrarlo en esta tierra.
En un pequeño espacio, entre el nombre inentendible de un hombre y entre el nombre inentendible de una mujer, escribió con un trozo de carbón el nombre de Beatriz. Después se marchó por donde llegó.
Beatriz nació reflejando el cielo y el sol. Era de huesos largos, piel de Blancanieves y ojos de avellanas tiernas. Ultracatólica y liberal. Era una mujer que la sabiduría del tiempo no había podido repetir. Se conocieron en una fiesta modesta de cumpleaños siendo los amigos de otros amigos. Ella lo rechazó por muchos años e incluso llegó hasta odiarlo por su terquedad. Sin embargo, la función de lo que ningún humano puede comprender, comenzó a ejecutar en su corazón un mecanismo, que, hasta entonces, ella nunca supo que tenía: Las intensas ganas de estar con él y entregarle su vida.
Él encontró a Beatriz enamorada, rendida a sus pies y a lo que él mandara. Suya para siempre.
Beatriz se instaló en la sencilla casa apenas adornada con flores de plástico. Llevó sus muebles, su matrimonial cama de princesa, su colección de zapatos y vestidos y su alma. Sin embargo, con el paso de los días, lo que inició siendo un amor desesperado comenzó a llenar de frío todas las habitaciones de la morada, como si fuera una mala temporada.
La mujer enflaquecía más cada día. El brillo de sus ojos color miel estaba transmutando a un negro profundo que no mostraban pupilas y en cambio manifestaba el abismo. El encanto de su personalidad ahora intoxicaba el ambiente cada vez más y más helado. Sus palabras, que antes parecían poemas, ahora eran para él una inexorable redundancia que primero importunaba y luego causaba delirios que se consumaban en náuseas y vómitos.
Llegó a la conclusión de que lo que había exigido, solo era un vago espejismo del amor y que Beatriz estaba siendo obligada, ya sin el arquetipo de la voluntad, a entregarse en cuerpo y espectro.
Cuentan que Vanushka fue abandonada por el amor de su vida y fue la vida misma, llena de vacío, la que terminó por consumir su inocente corazón.
Él abandonó a Beatriz a su suerte, una y otra vez, extasiado cada vez más por su propio terror. Pero a donde quiera que iba, ella siempre lo encontraba. Arrepentido por su propia desdicha, le contó la verdad como una resignación que le permitiera el derecho a la redención.
—¿Qué fue lo que me hiciste? —Le preguntó Beatriz con una furia sin irritación, con lágrimas que no enjuagaban sus marchitos ojos, con un alma que no era alma.
Sin embargo, Beatriz logró recuperarse y dicen que se fue a un lugar muy lejos después de recibir su libertad.
En cuanto a él, cuentan que se llevará a la tumba los sacrificios que tuvo que pagar para lograr el desamarre y devolverle a ella lo que le fue arrebatado.
Dicen que fue condenado, para siempre, a no conocer el amor.
Todavía aparece por las calles de Xela, envejecido y arrastrando los pies, como si cargara una cruz cada vez más pesada.
José J. Guzmán (Quetzaltenango, 1993). Licenciado en Comunicación Social y estudiante de la licenciatura de Psicología. Más de 10 años de experiencia en medios de comunicación. Tiene un libro de poemas publicados: “La Escena Absoluta” (2012).