Solo se necesita un salto de fe. Las cosas del pasado son una inoculación: en soledad, confusión, depresión o angustia, la peor de ellas. Aferrarse a las cosas con las que una vez disfrutamos la vida es mantenerlas en el significado de lo que ya es distante, mientras, sin tregua, el tiempo sigue marcando el paso de las horas y los días.
Un salto de fe, en esos momentos, se hace preciso. Desde luego, abandonar el pasado que amarra nuestra conciencia propone un encuentro con el terror. A veces, aunque sea incómoda, se acepta el ya desagradable placer de lo conocido como un ancla que nos mantiene dentro de un barco que no va a ningún sitio.
Un salto de fe, se hace preciso, demasiado preciso.
Christopher Nolan escribió para su película «El Origen» (Inception, 2010): «¿Quieres dar un salto de fe? ¿O convertirte en un viejo lleno de remordimientos, esperando morir solo?».
¿Cuánto de ti ha borrado el tiempo por no dar de vez en cuando un salto de fe?
No es fácil abandonar el pasado; abandonar las cosas es meter un dedo en la herida.
Sin embargo, debemos confiar en que soltar esas cosas es, en cambio, darle la bienvenida a un nuevo futuro que nos propone, también, la emoción de lo inexplorado.
¿Deseas una nueva vida? Suelta y confía, pienso.
Alejandro Jodorowsky escribió: «Somos el producto de innumerables parejas que durante siglos buscaron el amor».
Abracemos por última vez las cosas del pasado, pero inmediatamente dejémoslas ir como un gran acto de amor. Agradezcamos por lo que nos enseñaron y comprendamos que, aunque nos hayan brindado felicidad, no podemos marchitarnos junto a ellas en un espacio que ya no nos pertenece.
Soltar y confiar. Eso parece ser un buen salto de fe. Y si no es bueno, por lo menos es correcto.
José J. Guzmán (Quetzaltenango, 1993). Licenciado en Comunicación Social y estudiante de la licenciatura de Psicología. Más de 10 años de experiencia en medios de comunicación. Tiene un libro de poemas publicados: “La Escena Absoluta” (2012).