Antes de escribir estas palabras, busqué y rebusqué el verbo correcto para intentar acercarme a lo que pienso sobre la vida de Elma Alexa López Ramírez, pero, dolorosamente, no lo encuentro.
La vida terrenal de Elma se apagó el domingo 24 de septiembre de este año, tras luchar tres años contra una de las enfermedades, la misma que se llevó a mi papá, que más ponen a prueba la condición humana: la insuficiencia renal crónica.
A pesar de que fui compañero de vida de mi papá, en verdad no sé el peso de la cruz de un paciente renal: no sé el cansancio que sufren sus hombros, el ardor de sus heridas, la desesperación de la hemodiálisis y la preocupación de sus pensamientos.
Pero desde el día que conocí la historia de Elma, me he vuelto a sentir inspirado: por su optimismo ante los vientos en contra, por su gallardía para seguir aprendiendo bien las cosas y por la voluntad de su sonrisa con la que recibía la vida.
Elma estuvo ocho veces en el Intensivo y las mismas veces lo venció. En el hospital le celebraron sus 15 años, mismo lugar en el que sus profesores la reconocieron como alumna distinguida poco antes de partir.
La vida de Elma Alexa fue de coraje y gallardía, de mantener su corazón lleno de bondad, de no darse por vencida, de crear su propia revolución.
Tal como mi padre me inspiró, Elma lo hizo: hoy vuelvo a entender que hay que comer, trabajar, jugar, dormir, amar y hacer cosas, porque de eso se trata la vida.
Porque, como decía Elma: “A seguir luchando, a pesar de las dificultades”.
No encuentro el verbo correcto para intentar acercarme a lo que pienso sobre las vidas de Elma Alexa López Ramírez y la de mi papá.
Quizá aún no se pueda definir.
José J. Guzmán (Quetzaltenango, 1993). Licenciado en Comunicación Social y estudiante de la licenciatura de Psicología. Más de 10 años de experiencia en medios de comunicación. Tiene un libro de poemas publicados: “La Escena Absoluta” (2012).