Antes del anuncio que hiciera el Sr. Alejandro Giammattei Falla sobre “su” contagio a COVID 19, las voces y las manifestaciones eran cada vez más fuertes y numerosas en relación a la pregunta ¿Dónde está el dinero?, sin embargo, la estrategia de “su” contagio surtió efecto, han menguado las preguntas y somos menos los que nos hacemos esa pregunta, pero, no hay que bajar la guardia o como dicen ellos –funcionarios de gobierno-, no hay que relajarse.
Me uno a los miles y miles de ciudadanos de a pie que manifiestan una clara o razonable duda respecto al contagio a COVID 19 del presidente Giammattei, hay experiencias de vecinos, comunitarios que se contagiaron de esa enfermedad y les ha costado varios días -30 más o menos- para recuperarse, pero al Sr. Giammattei no le costó casi nada y ya está repartiendo leña a diestra y siniestra a los que no piensan como él –caso Miguel Martínez, director del Centro de Gobierno que dicho sea de paso, a los contribuyentes nos está saliendo carísimo su chancecito al frente de esa oficina que no sirve para nada-.
No, no nos cansemos de fiscalizar, la tarea es difícil, ardua, a veces se pone cuesta arriba, pero hay que insistir, vale la pena hacer auditoría social, digo esto porque, con fecha cinco de marzo, una comisión solicitó información a la municipalidad de Totonicapán en relación al alumbrado público y vayan ustedes a creer, hasta ayer -8 de octubre, siete meses con tres días-, se dignaron en contestar. Pero bueno, no nos cansemos de hacer el bien, porque a su tiempo cosecharemos y las futuras generaciones evaluarán nuestro proceder.
Quiero traer a colación el tema del bono familia, como se recordarán este programa nació con el objetivo de ayudar a las familias guatemaltecas afectadas por la crisis económica originada por COVID 19, nació por Acuerdo Gubernativo 57-2020 donde se asignó y aprobó 6 mil millones de quetzales, los cuales en teoría iban a beneficiar a 6 millones de familias, entregando un aporte mensual de 1 mil quetzales. Pero, el aparato gubernamental está lleno de baches, túmulos, talanqueras, obstáculos que hacen imposible la administración del dinero en forma pronta y eficaz, entre tanto obstáculo –corrupción-, el dinero al fin le llegó -19 de junio- a un comunitario, gracias a Dios, hizo buen uso de ese dinerito –expresión del comunitario-, dos meses con veintitrés días, le llegó el segundo aporte, nuevamente usó bien su dinerito. El tercer desembolso, según dicen las malas lenguas, ya no será la misma cantidad -1 mil-, porque los tecnócratas del Ministerio de Desarrollo hicieron mal los cálculos y la selección de personas desde que se inició el programa; tendrán que repartir lo que queda, entre más personas y obviamente cada persona recibirá menos dinerito.
Estoy casi escuchando más de una persona susurrando o quizá gritando: Pero, “a caballo regalado no se le mira el diente”, o, “peor es nada”. El asunto tiene varias aristas, por espacio solo me referiré a dos. Esos 6 mil millones de quetzales, es deuda que el estado contrajo con entidades bancarias, a los que se les tendrá que pagar intereses altos, es decir, el cobro de intereses por parte de los prestamistas, es el verdadero negocio, no hay nada regalado en este asunto. Otro aspecto que, debo señalar o mejor dicho preguntarle al gobierno es el siguiente: ¿Por qué tantos días entre el primer desembolso y el segundo? ¿Acaso los prestamistas se tardaron el mismo lapso de tiempo para hacer efectivo el dinero al gobierno? A los estudiantes de economía o administración financiera, saben qué pasa cuando el dinero no está en circulación, es decir, no está generando ese cacaraqueado discurso del presidente cuando dice que se reactivará la economía.
No quiero pensar mal, pero, de repente alguien está jineteando con el pisto que los prestamistas le dieron al gobierno.
Contador público y auditor, docente universitario y ex alcalde comunitario.