En un diálogo con el doctor Felipe Ríos de Indianápolis, me compartía un principio que impactó mi vida y que ahora quiero compartir contigo. Él, decía que el fruto es el resultado de una labor expuesta a los procesos, y partía del libro de Génesis en el capítulo uno, verso veintinueve en donde Dios dijo: Sean fructíferos y multiplíquense, y al continuar la lectura dice: ¡Que las aves se multipliquen sobre la tierra!, esa palabra: tierra, demarca el origen de todo lo físico. Es decir, que todo lo que vemos, todo lo físico es producido y ha salido a nivel de la tierra, la tierra que el Señor instituyó. Esto quiere decir que no puedes edificar nada sin tierra, no puedes plantar tu visión sin una estructura, sin una base o sin cimientos. Es imposible poder edificar una casa sin tener una parte de tierra, todo necesita una base y esa base la dio el Señor desde el principio.
Necesitas saber que en el principio el Señor nos entregó a ti y a mí la tierra, para que seamos fructíferos y la multipliquemos, además fue entregada a sus hijos para gobernar sobre ella. La palabra del Señor es viva y eficaz y nos entrega la tierra, y tenemos que usar comandos de voz que activen la palabra del Señor para poder movernos en sus promesas.
La tierra que el Señor te confíe presérvala, cuídala. El Señor le dijo a Adán cuida y cultiva esta tierra, así que cuando el Señor te entregue esa tierra para tu casa, cuida tu hogar; cuando te entregue esa tierra para tu empresa, cuida tu empresa de que esté alineada a los principios del Reino de Dios; y cuando te entregue también esa tierra para tu iglesia, cuida el rebaño porque la tierra que nos es confiada, nos es confiada para preservarla y establecer allí los principios del Reino de Dios.
Cuando Dios le confía a un hombre como Jeremías tierra, no es para que el hombre sea rico o sea millonario, es para preservar su creación, cuida lo que el Señor te ha confiado, cuida lo que te ha dado, seamos buenos mayordomos de lo que el Señor ha puesto a nuestra disposición.