Por Luis Ricardo López Alvarez
Licenciado en Letras
Todos los seres humanos nacemos con la necesidad de expresarnos; comenzamos llorando, quejándonos. Con sonrisas y gestos suaves conmovemos y somos conmovidos ante lo que nos rodea. Buscamos llamar la atención y que nos escuchen; de tal manera que a lo largo de nuestra vida nos vemos en situaciones en las que forzosamente debemos comunicarnos.
Al menos en las situaciones que nos son familiares se nos da natural expresarnos hablando y utilizando gestos y señales. Muchos de los participantes en mis talleres de redacción me han compartido la misma inquietud: ¿por qué tiene que ser tan problemático expresarse por escrito, cuando tengo tanta confianza para hacerlo de forma oral?, ¿no tengo que preocuparme por reglas ortográficas ni vicios del lenguaje cuando estoy hablando?, ¡me expreso y ya!
¿No bastaría, entonces, con sentarse y repetir con una grabadora lo que hemos dicho, para pasar a transcribir con lápiz y papel en mano? Yo les respondo que quizá esas dificultades sean solo parte del problema y que en realidad solo hacen evidente otra situación que nada tiene que ver con normas y se debe más a una cuestión de enfoque.
Si bien es cierto que existen muchas diferencias entre expresarse por escrito y de forma oral, que van más allá de la durabilidad de lo que registramos en papel o digitalmente. Escribir sigue siendo una valiosa herramienta de registro además de una necesidad diaria. Escribimos o escriben por nosotros; y es tal que hasta los audios que enviamos por Internet pueden traducirse en miles o millones de cadenas de unos y ceros.
Cuando hablo de expresarse por escrito, me refiero aquí a la situación en la que es necesario entregar algo por prontamente, o en la que se quiere planificar un documento que tenga incidencia en el futuro; donde ocurre que al colocarse frente a la computadora hay un vacío total de ideas, y sale a relucir un mal llamado estado de: “bloqueo del escritor”; Ese al que los más románticos echarán la culpa a las musas de la inspiración por no revelarles las palabras; ¡qué forma más irresponsable de librarse de la obligación de saber escribir!
Realmente la dificultad para expresarse con claridad, y soltura puede deberse a varios factores de enfoque, o dicho con sencillez: a puro y llano temor.
Tememos muchas veces al escribir que todo lo que digamos ha sido ya expresado por alguien más, o que quizá no tenemos la suficiente autoridad para tratar un tema, ¿Quién soy yo para expresar estas ideas?; esto no es algo que no pueda solucionarse con una buena documentación, leyendo investigaciones, entrevistando expertos, citando trabajos anteriores que cumplan con rigor científico.
También se da el caso del que prefiere evitar dejar constancia por escrito, pues piensa que todo puede explicarse con una presentación oral bien hecha (estas habilidades son tema para otro día).¡A mí, deme una serie de diapositivas con imágenes y yo me las arreglo para explicar! -dicen. Puede ocurrir que se tiene temor a ser mal interpretado y se confía más en la versatilidad de los gestos y el tono que puede darse directamente con el lenguaje oral; pero se ignora que por escrito también se puede conmover, motivar e informar a los lectores; también que un registro por escrito puede ser un complemento excelente de una presentación en la oficina y queda constancia para que los participantes no tengan que confiar solo en su memoria.
El temor puede residir también en que se piensa que se carece de ideas originales o de creatividad. Para esto hay que tener en cuenta el documento que se escribe; Si se trata de algo oficial o científico cíñase a lo específico, real y comprobable. Si es una carta de negocios no la escriba como un soneto. Si es algo que permite mayor soltura de ideas recuerde esta frase del publicista David Ogilvi: “las mejores ideas empiezan como bromas”.
Otra clara razón por la cual puede sentirse abrumado frente al papel es porque a su redacción le falta orden en el desarrollo de las ideas. Quizá tienen tantas, o tanto sobre lo que escribir que no se comienza por ningún lado; para ello el mejor consejo es seguir el orden lógico, comience haciendo un recuento anecdótico histórico básico: inicio, nudo y desenlace; ¡no se tome licencias literarias!
No tener una idea clara del tema a tratar puede fastidiar una buena composición escrita; comenzar escribiendo sobre fantasmas y terminar explicando la teoría de la relatividad. Es mejor que previo a escribir un texto, ordene sus ideas, defina los temas que quiere profundizar, y a partir de ello láncese a la escritura.
Por último, quiero mencionarle situación una tomada del libro Como escribir con ambos hemisferios del cerebro de Henriette Anne Klauser: tenemos un lado creativo y otro crítico; nunca hay que ponerlos a funcionar al mismo tiempo, o se corren dos riesgos: demorar demasiado al escribir o no producir nada. Al momento de escribir dé soltura a todas las ideas que vengan respecto al tema, y luego depure lo escrito (pero no se olvide de ello).
Existen muchas técnicas y recursos para formarse en el arte de la escritura; para escribir con disciplina y claridad; Una de ellas, puede ser adquirir un manual sencillo de redacción, que puede complementarse con lectura constante, no necesariamente de obras literarias, sino de temas que sean de su interés, y prestando atención a la manera en la que el autor presenta sus ideas.
Si se quiere ir un paso más allá puede asistirse a un taller presencial o virtual de redacción; contar con un instructor que pueda revisar nuestros textos, asignarnos ejercicios y al cual podemos consultar nuestras dudas directamente nos dará mejores resultados en menos tiempo, y abordaremos los temas específicos de nuestro interés.
Escribir es un arte, una disciplina y nuestra escritura es como un músculo que requiere ejercicio constante, para producir textos de altura.