Desde el año 1954 con la invasión norte americana a territorio guatemalteco, la
derecha a impulsado una serie de acciones para evitar que se vuelva a repetir la gesta
revolucionaria del veinte de octubre de 1944. No es olvido, que ningún gobierno en la
mal llamada era democrática haya realizado celebraciones para conmemorar dicha
revolución. A diferencia de países como México y Venezuela en donde, estos eventos
son exaltados a todo nivel, fundamentalmente en las aulas, desde la pre primaria hasta
las universidades.
En el caso guatemalteco se intenta ocultar lo sucedido, esconder los grandes logros
revolucionarios y a toda costa hacer que el ciudadano olvide a sus héroes. Por ello es
fácil comprender que en la ciudad de Xelajú no exista un monumento de gran
relevancia para el Coronel Jacobo Arbenz Guzmán.
Esta es la razón por la que un pequeño grupo de empresarios, militares y políticos se
reúnen constantemente para evaluar quien o quienes pudieran ser sus candidatos
presidenciales, diputados y alcaldes de ciudades importantes. Este grupo tiene
cooptado ya tribunal electoral, los medios de comunicación y todas las instituciones
para facilitar el proceso.
El plan bien ejecutado incluye la fundación de varios partidos políticos, para ver cual
agrada mejor a la población. A todos les inyectan varios millones de quetzales, para
garantizar el poder en el Congreso. Es por eso que al ganar los diputados de
diferentes agrupaciones, ya en la curul se alinean inmediatamente, dejan ingresar a un
pequeño grupo de representantes de la izquierda, con ello validan el proceso y le dan
el tinte de elección popular.
Para el puesto de presidente evalúan a los candidatos, solo aceptan a los que puedan
manipular fácilmente, aquellos que no se vayan a revelar por ningún motivo. Títeres
como Oscar Berger, Jimmy Morales, o bien inmorales como Giammattei. Personas
ambiciosas y deseosas de poder y dinero para darle rienda suelta a sus más bajos
instintos. Ahora se preparan para dejar en la contienda solo a quienes cumplan con
estas características.
Pero no están solos, hay activistas sociales que llaman al abstencionismo, si, afirman
que lo mejor es no votar, como si esa fuera la solución. Se alejan del objetivo que es
exigir al tribunal electoral elecciones limpias, transparentes y de verdad democráticas.
Esto aunque parezca un sueño, debe ser, y es, el único camino posible.
En las elecciones anteriores, menos del 60% de los votantes han participado, y el
ganador nunca a alcanzado el 40% del total del padrón electoral. Esto significa que
ese 40% que se abstiene de votar tiene en su poder los destinos del país. El voto
consciente por los partidos progresistas o de izquierda harán que el destino de
nuestro país cambie.
El fraude en la Universidad de San Carlos de Guatemala, es un claro ejemplo de las
consecuencias que podrían derivarse de uno similar en las elecciones del año 2023.
La resistencia crece en todos los niveles y este a penas es un inicio. Debemos exigir
elecciones libres, luego votar y finalmente que se respete la decisión popular.
Profesor universitario, académico, profesional de las Ciencias Económicas.