Los últimos días de octubre y los primeros días de noviembre, tienen para los guatemaltecos una gran carga emocional, porque queramos o no, el tiempo y la vida nos hacen reflexionar sobre uno de los temas más complejos de explicar: la muerte. La muerte es un tema que ha sido abordado desde la filosofía, la psicología y la teología. La muerte es una realidad humana por la que hemos pasado todos, creo. No existe nadie que no haya experimentado la pérdida de un ser querido.
La muerte es una realidad humana sobre la cual nadie quiere pensar, y mucho menos vivir. Sin embargo, hemos venido a la existencia, precisamente para morir. Bien lo afirmaba Platón: “vivir es prepararse para morir”. Es una experiencia de vida. Y de hecho morimos, no porque estemos viejos o enfermos, sino que morimos porque estamos vivos.
“Sólo cuando asumimos la muerte como la meta de nuestra vida y no como destrucción, podemos hacerle justicia a nuestra esencia como seres mortales llamados la resurrección”, (Grüm , 2012). Considero que poco a poco el ser humano tiene que cambiar la concepción que tiene de la muerte. Es importante no ver a la muerte como una enemiga, sino como el mejor regalo que vamos a recibir, después de haber vivido con excelencia esta vida humana.
En 1934, Carl Jung se ocupó de la pregunta por la vida después de la muerte desde una perspectiva psicológica, en su ensayo Alma y Muerte. Allí habla de su experiencia con respecto a que personas que en la juventud sienten miedo ante la vida son las mismas que en la vejez sienten miedo ante la muerte, (Grüm , 2012). Insisto en que no hay por qué tenerle miedo a la muerte. Lo que tenemos qué hacer es vivir intensamente esta vida poniendo por delante la muerte, puesto que tarde o temprano nos sorprenderá.
Hay que aceptar que la muerte es una realidad inevitable y que uno no se puede aferrar a la vida. La muerte es una realidad que no tiene que paralizar a nadie, por eso Jung aconseja “que debemos reconciliarnos con la muerte”, (Grüm , 2012, pág. 12). “Reconciliarse” es dejar de ver a la muerte como la peor enemiga, sino como la mejor aliada de la vida, porque la muerte es una “cualidad fundamental y originaria de la existencia viva”, (Martin Heidegger).
En estos días estamos siendo testigos del dolor que causa la muerte. Pero vale la pena hacer el esfuerzo por reponernos a las pérdidas humanas en nuestras familias, y continuar con pie derecho en el camino de la vida. Hay que vivir las etapas propias del duelo, es un derecho. Se vale asumir una actitud de negación por la pérdida, se vale sentirse enojado y triste, pero también es oportuno aceptar con calma que la muerte es el principio de la vida eterna y que nuestros seres queridos están gozando de la verdadera felicidad.
Entonces, el miedo, la ansiedad y la culpa, poco a poco hay que irlos dejando tranquilos, hay que despedirse de estos síntomas. Y hay que darle la bienvenida a nuevas ideas y nuevas emociones sobre la ausencia de nuestros seres queridos. “Una civilización que niega la muerte, acaba por negar la vida”, (Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990). Nunca olvidemos que la vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos. ¡Ánimo!
Cada día de nuestra vida es una oportunidad que tenemos para prepararnos para ese paso final, para ese nacimiento a la vida eterna. Viva lo mejor que pueda, y mientras viva aprenda y ame sin medida. Esfuércese por dejar un legado positivo en la memoria de los vivos.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.