Con respeto y solidaridad con las familias afectadas, ante la tragedia del concierto del 15 de septiembre es indignante que una empresa de origen quetzalteco que se dedica a vender bebidas alcohólicas pretenda culpar a las víctimas de su propia muerte, como si se hubieran inmolado.
Se ha generado en redes sociales una pelea encabezada por los que se sienten santos y con derecho a señalar y juzgar a los que asistieron; no se trata de religión porque Dios o el Ser supremo en el que cada quien cree no es castigador; lo mismo sucedió en Israel en abril de 2021 en un evento religioso, y pudo haber pasado en un estadio, gimnasio, iglesia, etc., ya que es el resultado de sobrepasar el aforo, falta de supervisión y ambición.
La historia fuera distinta si el concierto hubiera sido al aire libre, para que la masa humana pudiera abandonar el evento por cualquier ruta, en vez de ponerles un corral de casetas y vallas para que forzosamente cruzaran las angostas salidas. Además, ingresó más del doble del aforo autorizado, en papeles 15 mil personas, pero según expertos realmente ingresaron casi 35 mil, según asistentes desde el ingreso había empujones.
Una primera coartada fue decir que sucedió afuera, pero, los testimonios, fotos y videos indican que los sucesos ocurrieron dentro y durante el evento, las autoridades, instituciones y empresas omitieron supervisar antes y durante si se cumplía con lo autorizado en papeles, ¿cómo se sienten los empresarios y autoridades involucradas? viajando y llevando comida a su mesa a costa de la vida de personas inocentes que ejercían su derecho a recreación y que dejan en la orfandad a muchos niños, el hecho de que sea gratis no significa que podían recibir tratos inhumanos, la publicidad no advirtió que era para mayores de edad ni que había un cupo limitado.
¿Dónde quedó la responsabilidad social empresarial de una marca multimillonaria que presume de ser orgullo nacional? desde el primer momento debió responder y mínimo indemnizar adecuadamente a las familias, hacerse cargo de la manutención y educación de los niños que quedaron en la orfandad.
Se deben deducir responsabilidades y que caiga el peso de la ley sobre la cadena de mando del Ministerio de Cultura, CONRED, municipalidad, empresas y otros involucrados, ya que quedan dudas en el ambiente: ¿quiénes supervisaron por cada institución y por las empresas? ¿Quién cobro por las casetas instaladas? ¿Facturaron esas ventas?
El problema no es que muchos asistentes estuvieran ebrios, los organizadores y promotores tenían que prever cualquier situación porque estaban vendiendo bebidas alcohólicas a diestra y siniestra, habían menores de edad; aunque éstos fueran acompañados de adultos una organización responsable no los hubiera dejado ingresar; pero como el interés es vender y vender, autoridades y empresarios dejaron pasar y dejaron hacer. Ojalá se aprenda la lección de que al político como al empresario solo les interesa llenar sus bolsillos a cualquier costo, aún sea de vidas valiosas irremplazables con cualquier cantidad de dinero.