El hombre y la mujer están en el mundo, pero su destino final no es el mundo. Se está en este mundo terrenal relativamente poco tiempo, aproximadamente entre 80 a 100 años. En este mundo vivimos entre dos fuerzas: la fuerza del mal y la fuerza del bien. El reino de mal tiene su origen en el diablo y pretende implantarse en la mente y el corazón de quienes se lo permiten. El reino del bien tiene su fuente en Dios, sumo Bien, y su fin es implantar el amor en la mente y en el corazón de todos.
La influencia de cada uno de estos reinos en la vida personal, familiar, institucional, de país y en todo el mundo, va a depender de qué tan bien o qué tan mal se esté internamente. Hay que estar atentos, porque el “mal no se duerme”, y en cualquier momento se manifiesta “vestido de ángel bueno”. Es importante estar bien internamente, para no dejarse utilizar por el mal.
El mal busca a personas “aparentemente con valores” para propagarse a través de ellas en la sociedad. Cuando alguien se deja utilizar por el mal, se convierte en “enemigo de la cruz de Cristo”, (Flp 3,17-4,1), en enemigo del bien y de una cultura de paz. Quienes se dedican al mal “acabarán en la perdición, porque su dios es el vientre, se enorgullecen de lo que deberían avergonzarse y solo piensan en cosas de la tierra”.
¡Ojo! Que no le pase a usted esto. Es una tarea ardua, porque ser amigo del bien y de una cultura de paz implica riesgos y sacrificios, pero hay que correrlos; quien no los quiera correr, nunca hará nada en la vida. El miedo es de cobardes.
Para quienes desempeñan puestos importantes en cualquier institución es esencial que estén bien y se dejen afectar por la divinidad, por Dios. Digo esto, porque a veces se les olvida que fueron elegidos para hacer el bien y no les importa transformarse en máquinas aplanadoras con los demás, con tal de conseguir sus fines. Como se dice comúnmente, les vale “madre” todo. Una vez encontrada su presa “descienden como buitres sobre los cadáveres” (Gn 15, 5-12.17-18).
Para quienes estén viviendo las consecuencias de personas que están siendo utilizadas por el mal (en la política, en el deporte, en instituciones educativas, iglesias, familias, etc.), les recomiendo “hacer oración” sin desfallecer. Los planes macabros del mal se deshacen a base de oración. Debe ser una oración profunda, sincera y con fe plena. La oración transforma: “Jesús, mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas (Lc 9, 28-36).
Si usted tiene la oportunidad de hablar con Dios, pida por todos los que nos hacen el bien y por los que nos hacen daño, por nuestros amigos y enemigos, por nuestros compañeros de trabajo o estudio: que juntos sepamos escuchar la voz de Dios y seguir sus caminos (Morán, 2016). Pidamos al Dios de la vida por los artistas, médicos, abogados, científicos, psicólogos, pedagogos, auditores, contadores, sacerdotes, pastores, políticos, diputados, deportistas, obispos, para que desde su profesión y vocación transfiguren la sociedad actual en una digna morada de hombres y mujeres.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.