Kant (1724-1804, como padre del racionalismo moderno afirmó: “cogito, ergo sum”, es decir, pienso, luego existo. Y tiene razón, en el sentido de que la razón es una característica fundamental de la existencia del ser humano. Un buen uso de la razón nos ayuda a alcanzar las metas propuestas. La razón hace que cada ser individual, piense por sí mismo y razone los contextos en donde actualmente vive. Por eso el mismo Kant afirmaba: “ten el coraje de pensar por ti mismo”.
Sin embargo, considero que hay otra herramienta indispensable en la vida del ser humano, que si se usa bien, puede ayudarnos a encontrarle sabor a los sinsabores de la vida: la FE. El Papa Juan Pablo II escribió una Encíclica llamada Fides et ratio (1998), sobre la Fe y la Razón, las cuales van de la mando, puesto que ambas nos ayudan alcanzar nuestras metas un día propuestas.
La unidad entre fe y razón le permiten al hombre y a la mujer, encontrar respuestas a las ya conocidas preguntas existenciales: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Por qué existe el mal? ¿Qué hay después de la muerte? Estas preguntas siempre están en la mente de hombres y mujeres del siglo XXI.
En esos contextos o situaciones de la vida en donde la razón ya no puede comprender y entender, entra en juego la fe. No podemos decir que basta sólo con la razón para ser personas plenas y alcanzar la verdad. Para ser plenos y autorrealizados necesitamos de las dos: de la razón y de la fe.
¿Por qué todo lo anterior? Porque la vida humana todos los días nos plantea nuevas situaciones, nuevas vivencias, nuevas experiencias. Los hombres y mujeres tenemos que estar abiertos a la vida, abiertos para disfrutar cada detalle de esta vida. Porque vida sólo hay una, y no podemos darnos el lujo de desperdiciarla y no vivirla. Para comprender e interpretar la diversidad de experiencias de la vida es necesario utilizar la razón. Fenómenos como la muerte, el sufrimiento y el dolor, requieren del uso de la razón y de la fe. Sin fe, no comprenderemos que para resucitar hay que morir.
En la Iglesia y en Guatemala se requieren hombres y mujeres de Fe y Razón, es decir, que razonen bien la realidad en la que actualmente viven. Ya no nos pueden seguir dando atol con el dedo. Para que lo anterior no suceda, hay que razonar bien antes de actuar. Dice el refrán: a Dios rogando y con el mazo dando. Hay que tener fe de que juntos saldremos adelante, pero si no se piensa con madurez, nada cambiará.
“La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado. Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios”, (CIC 1814). La fe, es también autoestima. Fe, es creer en uno mismo, en nuestras propias capacidades para triunfar, para ser santos; todo dependerá de la dosis de fe con la que actuemos, porque la fe sin obras no sirve de nada.
Pascal (1623-1662) afirmaba que el corazón tiene razones que la razón no entiende. ¡Vaya si no! Qué bueno fuera que el corazón le pidiera permiso a la razón para enamorarse, y luego amar. Lo que sí se puede hacer es razonar bien los sentimientos, para que éstos se vivan de una manera clara y transparente sin daños a terceros.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.