La elección del nuevo presidente de México, Lic. Andrés Manuel López Obrador, es un fenómeno político y electoral que viene acaparando la atención del mundo, y especialmente de los países de América Latina. Fue la tercera ocasión en que participó como aspirante a la Presidencia de la República Mexicana: la primera fue en 2006, cuando según la opinión generalizada, le robaron la elección frente a Felipe Calderón, que al final fue declarado ganador con una mínima diferencia de menos del medio por ciento; la segunda en 2012, frente al actual presidente Enrique Peña Nieto, a cuyo triunfo se atribuyó una masiva compra de votos, y la tercera en que López Obrador alcanzó una arrolladora votación a su favor, que le permitirá obtener mayoría, tanto en el Congreso (Cámara Baja), como en el Senado (Cámara Alta).
Esto aparte de que el partido político MORENA, que coaligado con otros dos partidos minoritarios, tendrán mayoría en los congresos de la mayor parte de los 32 estados que conforman el Estado Mexicano, y por añadidura ganaron también, hasta ahora, cinco de las nueve gubernaturas en los estados y una más que está siendo seriamente cuestionadas, porque se está señalado un fuerte fraude electoral, atribuido al gobernador del estado de Puebla (la esposa fue la candidata) y al Consejo Electoral de dicho estado, y con lo cual, de prosperar las impugnaciones, que son bastante fuertes, resultarían ganando seis de las nueve gubernaturas que participaron en la elección del primero de julio pasado.En resumen, López Obrador ganó la elección con más del 53 %, mayoría en el Congreso y el Senado, mayoría en la mayor parte de los Congresos estatales y estando pendiente Puebla, ganó cinco de nueve gobernaciones en igual número de Estados Mexicanos.
La pregunta obligada, es: ¿el porqué de los resultados de este proceso electoral en nuestros tiempos? y la respuesta, no es difícil de suponer. López Obrador es una de las honrosas excepciones dentro del cúmulo de políticos que han gobernado y gobiernan, en los tres poderes del Estado y funcionarios de todos los niveles, donde Guatemala no es la excepción. Para entenderlo es necesario conocer algunos rasgos de su vida. Es de origen modesto; nació en Macuspana, estado de Tabasco, México; estudió la primaria y nivel medio en escuelas públicas y se graduó como licenciado en Ciencias Políticas (politólogo) en la Universidad Autónoma de México UNAM como becario. Desde adolescente, y en los trabajos desempeñados, siempre estuvo a favor de los pobres, las causas justas y participando como líder en movimientos populares, y de ello hay testimonios en abundancia.
Perteneció al PRI, del que se separó para fundar el PRD, con destacados políticos, entre ellos el Ing. Cuatemoc Cárdenas, hijo del General Lázaro Cárdenas, expresidente de México. Se separó del PRD, y apoyado por este partido, llegó a jefe de Gobierno de la ciudad de México, siendo calificado como el mejor que se ha desempeñado en este cargo por la obra social, económica y de infraestructura realizada. Funda el partido MORENA que lo respalda y es ampliamente reconocido por algo de lo que adolecen tantos políticos: su honradez, transparencia e identificación con los más pobres, lo que le ha valido alcanzar la alta magistratura de su país, a partir del primero de diciembre entrante, en que habrá de asumir el cargo de presidente constitucional de la República Mexicana.
Un merecido triunfo, mérito que se agiganta cuando se sabe que sus opositores le han buscado, hasta la saciedad, algo que lo vincule con la corrupción y otros males tan comunes en la actualidad y nunca, PERO NUNCA, le han encontrado absolutamente nada. Por eso y todo cuanto se pudiera agregar, es que pienso que un López Obrador es lo que necesitamos en Guatemala, y para complementar la lucha contra la corrupción, un alcalde como el de Salcajá en Quetzaltenango.
Soy un profesional comprometido con la transparencia, la crítica y la propuesta, e identificado con los problemas sociales; los intereses y necesidades de los de a pie. / lufesaldy@hotmail.com