El origen de la celebración del día de padre se dio en Europa en los países católicos que celebraban el 19 de marzo el día de San José. En América, se originó en el 1909 en Estados Unidos, cuando una mujer quiso homenajear a su padre Henry Jackson que enviudó haciéndose cargo de la crianza de seis niños; su hija propuso la fecha del nacimiento de su padre, el 19 de junio, para celebrar el Día del Padre.
Posteriormente la idea de la celebración fue apoyada por el presidente Calvin Coolidge en 1924 y en 1966 el presidente Lyndon Johnson firmó una proclamación que declaraba el tercer domingo de junio como día del padre, luego se tomó la idea en Latinoamérica, en Guatemala se celebra el 17 de junio.
Hoy para honrar a los padres quiero compartir un texto del Padre Zezinho, scj., que dice: “Tal vez no te acuerdes, pero fui yo quien te enseñó a montar bicicleta. Eras entonces un niño medio atolondrado, pero terco y que insistías en aprender a manejarla y fue así como un día te dije:-No puedo enseñarte a andar en bicicleta andando yo en ella por ti. Eres tú quien debes montar y aprender a tener confianza en ti mismo mientras ensayas los cuatro movimientos que te voy a enseñar-.
Y te enseñé a pedalear, a equilibrar el cuerpo en el sillín, a hacer movimientos leves en el manubrio y a frenar si exceso. Aprendiste los movimientos uno por uno, los repetiste con calma, hasta que se hicieron una costumbre. Y arriesgaste de nuevo.
Mi tarea como tu padre era ayudarte a no caer; corría junto a ti mientras ensayabas tus carreras. En un momento dado me detuvo y tú no viste…. caíste allá al frente a 150 metros. Te enojaste conmigo pero terminaste de acuerdo porque anduviste solo por más de 100 metros; y solo caíste por inseguridad, si no te hubieras dado cuenta de que me había detenido, habrías continuado por más tiempo solo. Finalmente al cuarto día anduviste un kilómetro, pero, solo cuando descubriste tu equilibrio y seguridad.
Ahora has crecido y parece que tienes que aprender a manejar otra bicicleta: La de la vida. Me has dicho que quieres hacerlo sin ayuda. Estas tan seguro que te parece poseer suficiente destreza en las manos, en los pies, en el corazón, en la cabeza, y bastante equilibrio para dar el paso que quieres dar. En suma no has consultado a nadie y no quieres ayuda de nadie.
Por el amor que te tengo como hijo te pregunto ¿si todavía puedo serte útil como instructor? Puedo disponer de 3 o 4 días para una conversación sobre la bicicleta de la vida. Te prometo no andar en ella en tu lugar, te prometo que no te dejaré caer, solo te mostrare la importancia del equilibrio y la dirección cierta, y cuando estés equilibrado, volveré a mi rinconcito. ¿Dejas que te enseñe de nuevo?” Con cariño: Papá.