Ya leí la novela Tan poca vida (2015) de la autora estadounidense Hanya Yanagihara. (Me comprometí a escribir algo cuando terminara de hacerlo). Una obra que muchos en TikTok consideran una de las grandes historias de la literatura contemporánea o, por el contrario, uno de los libros más deprimentes del siglo XXI. Algunos recomiendan no leerla durante momentos de conflictos emocionales, físicos o financieros, mientras que otros aseguran que sí puede ser leída, pero habrá que vivir con sus consecuencias.
Como anticipan los creadores de contenido, el libro explora el sufrimiento físico y el trauma, mostrando cómo impactan en la conducta del protagonista a lo largo de toda su vida.
La historia sigue a cuatro amigos que se conocen en la universidad y mantienen un círculo íntimo a lo largo de las décadas, en donde logran el desarrollo profesional y el éxito financiero: Malcolm es arquitecto; Willem, actor; JB, artista; y Jude, abogado.
Aunque la historia involucra a los cuatro personajes, el enfoque está en Jude, el más amable y compasivo, pero también el que más sufrimiento ha experimentado desde temprana edad. No estoy revelando spoilers, solo haciendo resonancia de lo que se puede encontrar en otras reseñas, sin revelar la trama.
A nivel personal, Tan poca vida es una lectura que no volvería a repetir ni recomendaría abiertamente, pero tampoco puedo desaconsejarla completamente.
La trama no se centra en ninguna búsqueda o camino a la liberación; no explora el camino por encontrarle sentido a la vida, sino que, por el contrario, es una historia lineal en donde se lee sobre Jude que pasa sus años sufriendo, claro está, por momentos muy dolorosos que vivió desde niño. Sus páginas son una repetición de la exploración del sufrimiento, a veces resultando en una falta de empatía con el lector.
La autora, intensamente enfocada en su personaje, lo destruye y lo destruye y lo destruye, pero nunca lo reconstruye, negándole el acceso al principio fundamental de la literatura: la redención.
Sin embargo, se admira la habilidad de Yanagihara para explicar las consecuencias del trauma y para explorar cómo este, a pesar del éxito profesional, está presente a los 15, a los 20, a los 30, a los 40 y a los 50 años del personaje.
Otro aspecto destacable es cómo la novela sirve como ejemplo del poder de la amistad para aportar al acto de sentirse confortado. A lo largo de los años, los amigos se ayudan mutuamente en las adversidades, superando su ego, para transformar una parte de ellos en algo que se puede dar a los demás.
No logré una conexión profunda con el personaje principal y encontré la historia algo lineal; reconozco el valor de la novela para reflexionar sobre la vida y el sufrimiento. Queda a discreción de cada quien leerla o no. En lo práctico, me quedo con que el libro me sirve para hacer todo lo contrario a lo que hace la autora con su personaje: entender que mientras llegue la muerte, podemos con la vida hacer lo más digno: vivirla.
José J. Guzmán (Quetzaltenango, 1993). Licenciado en Comunicación Social y estudiante de la licenciatura de Psicología. Más de 10 años de experiencia en medios de comunicación. Tiene un libro de poemas publicados: “La Escena Absoluta” (2012).