Normalmente, los seres humanos creamos dependencia de ciertos objetos, animales y de ciertas personas. El amor se desplaza hacia ellos hasta tal punto, que cuando un objeto se pierde, un animal muere o una persona se distancia, creemos que es el acabose de la vida, y sufrimos más de la cuenta. Esta dependencia afectiva malsana no es un buen ingrediente para nuestra salud física y emocional.
No olvidemos que somos seres evolutivos y cambiantes. El tiempo no se detiene. Por eso afirmaba Santo Tomás de Aquino (1225-1274), que el tiempo es “mesura de cambio”. Todo cambia a cada instante. Nosotros cambiamos y los demás cambian. Y como los seres humanos cambiamos, las instituciones también no son las mismas de ayer.
Se vale experimentar a nivel personal la ausencia de un objeto, una prenda, una mascota o una persona. Lo que no se vale es creer que, sin esa fuente de afecto, mi vida se desmorona. Recordemos que la vida pone en nuestro camino a personas específicas por un tiempo determinado. Y cuando esas personas ya no son necesarias en nuestra vida, la misma vida las aleja. Y sufrimos, porque pensamos que no es justo. Pero lo justo es precisamente eso que nos pasa.
Piense en todo aquello que ha creado dependencia en usted. No estoy hablando de relaciones humanas sanas. Porque todos tenemos relaciones de amistad profundas, y que por supuesto nos quedamos tristes cuando estas se van de nuestra vida. Aquí estoy hablando de esas cosas o personas con quienes hemos establecido alguna relación, pero esa relación ya no es sana; sino que se ha convertido en una relación tóxica.
La salud física, mental y emocional es clave en nuestra vida. Y no es justo que suframos tanto por esas dependencias afectivas que no nos permiten crecer como personas. Es muy sano retroceder un poquito para tomar el impulso y dar ese paso que no me he atrevido a dar. Muchos me dicen que deje de sufrir por alguien que no me merece, pero no les hago caso. Yo sigo creyendo, como los prisioneros del mito de la caverna de Platón, que lo único que existe son esas sombras reflejadas en la pared.
El Mito de la Caverna de Platón consiste en unos hombres que están atados de pies y manos en una caverna (cueva). Atrás de ellos hay un fuego y pasa gente. Las sombras de los que pasan atrás de ellos, se reflejan en la pared que tienen enfrente. Un día uno de los prisioneros se escapa de esa cueva y sale de la misma. Descubre que afuera de esa caverna existe un mundo diferente: hay árboles, sale el sol, la luna, etc. Regresa y les cuenta a sus compañeros. Pero sus compañeros no le creen. Ellos creen que lo único que existe son esas sombras, nada más.
A veces nos pasa lo mismo a nosotros. Creemos que lo único que existe son esas personas con quienes hemos establecido una relación tóxica. Creemos que esa es nuestra única realidad. Abra los ojos y se dará cuenta de que la vida se disfruta mejor siendo libre y dejando ir a quienes no queremos soltar en la vida.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.