El censo de población es uno de los más comunes, cuyo objetivo principal es conocer el número de personas que habitan un país. Conocer esa información es esencial para un gobierno más efectivo y para la planificación de los asuntos relacionados con el desarrollo.
De acuerdo a las definiciones que se dieron para el XII Censo Nacional de Población, censo “Es un conjunto de operaciones que recoge, recopila, evalúa, analiza y publica datos demográficos, económicos y sociales relativos a todos los habitantes de un país, en un momento determinado.”
También en los objetivos de este censo, se define que “Es un proceso por medio del cual se realiza el conteo y diagnóstico de todas las personas y viviendas de un país en un período determinado, con el fin de generar la información estadística necesaria para diseño e implementación de políticas públicas y proyectos de desarrollo a nivel nacional.” Se puede apreciar en las definiciones anteriores, que al llevar a cabo un censo de población lo esencial es conocer cuántos habitantes somos en un país y sobre esa base, implementar planes y políticas públicas de desarrollo.
La semana pasada, después de un año sin saber nada sobre los datos del censo que costo Q348 millones, fuimos sorprendidos con que en total somos una población de 14,901,286 habitantes. Este resultado está muy por debajo de lo que se esperaba y que es alrededor de 17.5 millones de habitantes. En una proyección del INE de la población sobre la base del XI Censo de Población de 2002, se estimó que el número de habitantes para 2015 sería de 16,179,133 y para 2020 de 18,055,025, lo que implica una tasa intercensal de 2.2% que, al aplicarla para calcular la población de 2018, daría un número de habitantes de 17,267,418, muy por encima de los 14,901,286 que se acaban de hacer de conocimiento público. Definitivamente, muchas cosas se hicieron mal con el XII Censo de Población.
A partir de 1778 se inicia con el I Censo población, que dio como resultado una población de 396,149 habitantes, pero es hasta con el VI Censo de Población de 1950, que se realizan con criterios técnicos, de acuerdo a las recomendaciones de la ONU. Si tomamos de manera comparativa los resultados de los censos desde 1950, encontramos algunos datos interesantes. Entre el censo poblacional de 1950 y el de 1964, o sea después de 14 años, la población pasó de 2,790,868 a 4,287,997 habitantes, es decir, que aumentó 53.6%. Entre el censo poblacional de 1981 y el de 1994, o sea, 13 años después, la población aumentó de 6,054,227 a 8,331,874 habitantes, lo que significó un aumento del 37.6%.
De manera análoga, se puede evidenciar con respecto a 1994, 8 años después, el censo de 2002 evidenció que la población paso a 11,237,196, es decir, que se incrementó en 34.9%. Ahora, 16 años después, o sea en 2018 se lleva a cabo el más reciente censo poblacional y nos indica que la población aumentó en 32.6% con respecto a 2002, o sea, menos que en los periodos anteriores con menor diferencia de años. Es obvio que los resultados de este censo generan muchas dudas en su veracidad y mucho escepticismo en cuanto a su utilidad como herramienta para la toma de decisiones en políticas públicas y planificación.
Si fuera sencillo, la recomendación sería que se hiciera de nuevo, pero no es tan fácil tomar la decisión de tirar los Q348 millones que ha costado. El problema es que un censo mal hecho no es de utilidad para generar indicadores que evidencien el estado en que se encuentra realmente la población o índices que de manera efectiva evidencien el nivel de desarrollo.
Por ejemplo, con los datos recientes del censo, el producto interno bruto por habitante o PIB per cápita, pasó de la noche a la mañana de US$4,334 a US$5,264, un aumento del 16.1%, lo que comparativamente con otros países, hace que subamos de puesto y falsamente hará ver que somos menos pobres o más ricos. También, con el resultado del último censo, estamos más endeudados individualmente, porque la deuda de Q146 millardos dividida entre el número de habitantes pasa de Q7,436 a Q9,811 por persona, obvio, porque si somos menos, a cada uno nos toca pagar más.
Así como este tipo de ejemplos, que evidencian lo engañoso que son los indicadores con el nuevo dato poblacional, podemos encontrar otros como el gasto público por habitante, inversión por habitante, gasto en educación y salud por habitante, etc., que nos darán información falsa.
Continuará.
Administrador público, economista, politólogo, abogado y notario, y profesor universitario.