Una de las dimensiones clave para un buen desenvolvimiento de la persona, es la dimensión afectiva, es decir, el área de las emociones y los sentimientos. El tener una personalidad agradable o desagradable, en buena parte, depende de los sentimientos que existan en la misma. Dependiendo de los sentimientos así es la conducta de cada uno. Según (Yepes Stork & Aranguren Echeverría , 2003, pág. 50), existen varios tipos de personalidad, entre los cuales están:
El apasionado, el cual pone pasión e intensidad en lo que hace, aunque a veces lo obrado no merezca tanta atención. El sentimental que se deja llevar por los sentimientos, no los domina y por eso es cambiante. El cerebral y frío que es el inasequible al lenguaje del corazón, y puede aparecer como deshumanizado. El sereno, es aquel cuyos sentimientos tardan en despertarse y que, por ser más reflexivos, tienden a ser más coherentes y menos volubles. El apático, es el que carece de pasiones, porque siente poco, conoce poco, no tiene tendencias ni metas, no ama nada y por eso nada le mueve.
Piense y reflexione sobre qué tipo de conducta asume ante la vida. Estas cinco conductas son solo una muestra de que los seres humanos somos seres sensitivos. No somos solo “cogito, ergo sum”, es decir, “pienso, luego existo”; sino que tenemos una parte emocional de la cual depende, en muchas ocasiones, el ser o no feliz. Descartes afirmaba, “pienso, luego existo”; yo preferiría: “siento, luego existo”; porque según Pascal: “el corazón tiene sus razones que la razón no entiende”.
Desde mi experiencia de vida, puedo afirmar que todos somos emocionales y afectivos; todos hemos nacido por amor, para amar. No existe nadie que no tenga sentimientos. Una cosa es que los reprima; otra, muy diferente, que sea como piedra y no sienta nada. Me llama la atención el tipo “apático” que mencionada Yepes y Aranguren, porque es el que carece de pasiones. Y hay personas que aparentan carecer de pasiones, pero la realidad es otra, porque son las que más sufren por no poder expresar sus emociones en el momento oportuno a los seres cercanos a sí mismas.
Revise constantemente esta dimensión afectiva de su personalidad, porque cuando se está bien a nivel emocional, la vida nos sonríe mejor. Cuando nuestro “yo emocional” está en paz, la vida académica, familiar, laboral e incluso espiritual, funcionan y saben mejor. Pero cuando emocionalmente estamos mal, todas las demás dimensiones se ven afectadas.
En la vida nos topamos muchas veces con situaciones estresantes y amenazadoras: pérdidas humanas, quebrantos de salud, fracasos laborales y con todo tipo de desgracias humanas. Y todas estas circunstancias adversas a la vida, hacen que uno le pierda el sabor a la vida y que, incluso, se arrepienta de la vida. ¿Qué necesitamos hacer para estar emocionalmente bien? Considero que es importante establecer una relación recíproca entre nuestra vida intelectiva (razón) y nuestra vida sensitiva (emociones). El corazón tiene que tener una buena relación con la razón y lo mismo la razón con el corazón. Por lo tanto, para que nuestro yo emocional no se venga al suelo, cuando se vea afectado por desgracias humanas, es indispensable que esté cimentado en el amor, porque “sólo el que tiene un romance con la propia historia podrá amar la historia de los otros”, (Cury, 2016, pág. 180). Enamorarse de su propia vida y saber dar razón de la misma es importante para no sucumbir en las noches oscuras de la vida. Caso contrario, nos hacemos bolas por todo. Produzca buenas ideas, sazónelas con el lenguaje del corazón y será inmensamente feliz.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.