En algún momento de la vida todos hemos tenido que usar un disfraz o máscara, recuerdo el día en el que con una compañera de trabajo nos disfrazamos para darle realce a una actividad escolar; nuestros estudiantes no tenían idea de quienes portaban el disfraz así es que arremetieron en contra nuestra con golpes, empujones y burlas, pensando que éramos estudiantes, estoy segura que de saber que éramos sus docentes no hubieran tenido esa actitud hacia nosotras, realmente fue una experiencia inolvidable, ahora la recuerdo como una anécdota que me causa gracia pero en su momento fue hasta peligrosa.
En la vida es muy común que como seres humanos portemos máscaras o disfraces, porque según nosotros haciendo uso de estos, podemos ser incluidos en un círculo social, en un grupo determinado o hasta en una relación, el problema es, que no permitimos que las personas conozcan nuestra esencia y lo que realmente somos y por miedo o prejuicios maquillamos muchas cosas de sí mismos que aun nosotros mismos no aceptamos, escondiendo detrás de ellos , pensamientos, sentimientos y cualidades extraordinarias que existen en nuestro interior.
Sin duda alguna Dios puso en cada uno de nosotros algo especial que nos hace únicos y diferentes, el reto es demostrar lo que realmente somos sin máscaras o disfraces,aceptarnos con nuestras fortalezas y debilidades, reconocer que como humanos todos tenemos errores, conductas, hábitos que en muchos casos pueden ser corregidos o mejorados es parte de quitarnos las caretas.
Despojarnos y liberarnos de algo que realmente no somos nos hará ser genuinos.