Tenemos la obligación de ser felices, ya lo dijo Lao Tse: “Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estás viviendo en el presente”.
En la primera parte de este tema, se expuso que ser feliz es posible, si hay empeño en el arte de buscar la felicidad y se deja de creer que es imposible.
En el presente artículo se abordarán otros componentes del arte de ser feliz.
El filósofo y psicólogo de la Universidad de Harvard William James, nacido en Estados Unidos, describió la atención como una cualidad de la mente y aseguró que la experiencia se deriva de aquello a lo que se le presta atención. El mundo se construye con la atención. El punto clave, para reflexionar, es la pregunta: ¿dónde ponemos la atención? El mundo se construye gracias a la atención. La persona no atenta padece estrés, porque tiene que esforzarse mucho más y tarda más tiempo de lo normal en realizar cualquier tarea, es menos eficaz que las personas atentas. Hay diferencia entre el rendimiento académico de un niño que presta atención y uno que no la presta. Hay que destacar que la atención se puede entrenar con el uso regular de prácticas especiales, por ejemplo, mindfulness, técnica de meditación que entrena la mente para centrar la atención y redireccionar los pensamientos y centrar la atención.
El encuentro entre las personas es otro elemento para construir la felicidad y requiere autenticidad para que las relaciones sean saludables y significativas. Cuando hay autenticidad se muestra el verdadero yo, no hay filtros ni máscaras. Como resultado se establecen conexiones fuertes y genuinas con los demás, porque cuando reina la sinceridad y la honestidad, los resultados son tan buenos, que no se pueden calificar. Por otro lado, los efectos de unas buenas relaciones humanas producen gratitud, quietud, salud, satisfacción y serenidad.
El encuentro con las demás personas requiere: autenticidad, no importa si el resultado es el rechazo, conocerse a uno mismo, ser honesto consigo y con los demás, no temer a la vulnerabilidad propia del ser humano, aceptar a los demás como son, no tratar de impresionarlos.