“Vientos de cambio” es una frase muy utilizada que seguramente hemos dicho o repetido frecuentemente, refiriéndonos a una onda de esperanza, de libertad, de hermandad.
Al realizar un ascenso de montaña o volcán he comprobado mucho más a fondo el sentido de la palabra, cuando se está próximo a alcanzar la cima y lograr el objetivo es evidente el cambio y dirección del viento, se torna más intenso, fuerte y frío al punto que en ocasiones es difícil mantener el equilibrio; al sentir esta sensación térmica en lo personal me lleno de ánimo e inyecto de energía porque sé que aunque no he alcanzado mi objetivo me encuentro muy cerca de lograrlo, en todas las ocasiones le pido a Dios me ayude, algunas veces lo hace a través de la ingesta de comida o bebida; otras veces con la ayuda de un compañero o guía en otras con el ajuste de ropa o calzado pero siempre a través de la manifestación del Espíritu Santo.
La similitud que encuentro con esta experiencia y la vida cotidiana es que cuando nos encontremos en una situación quizá agobiante; llena de desesperanza como que la vida nos sacude es porque nos encontramos presenciando vientos de cambio y es justamente en este punto que debemos de armarnos de fuerza y valor para seguir adelante. No siempre se trata de fuerza física, sino de la fuerza que viene de lo alto, como lo dice las Santas Escrituras: «Mi bondad es todo lo que necesitas, porque cuando eres débil, mi poder se hace más fuerte en ti».