En el camino de la vida tenemos dos opciones: la mediocridad o la excelencia. No está de más recordarles que los seres humanos nacemos bien, sin complejos y pensamientos negativos; es el contexto donde se nace y uno se desenvuelve el que influye en la manera de ver la vida. Cuando ese contexto es positivo, se vive feliz; cuando el contexto es negativo, la vida se ve con lentes negativos.
La gente amante de la mediocridad es la que jamás descubre la razón de ser de su vida. Le pasa lo de aquella águila que nació entre pollos, y murió creyendo que era un simple pollo, picando y comiendo como tal; jamás descubrió que podía volar.
Los mediocres construyen su vida sobre arena, se conforman con hacer siempre lo mismo de la misma manera, esperan que otros hagan. No hay creatividad en ellos. Lo único que les interesa es ver en dónde meten la pata los demás. Creen que las cosas son como ellos las ven; en buen chapín diríamos: se suben a su macho y quién los baja. Así actúan ellos. Les temen a los cambios; la misma inseguridad que manejan les hace tener muy baja estima y un pobre concepto de sí mismos.
No sé si usted conoce a gente mediocre, pero yo sí me he encontrado con varios en el camino de la vida. ¡La verdad dan lástima! La mediocridad se ve choferes y pilotos sin educación vial, en personas que dejan tirada la basura en las calles, en trabajadores que no disfrutan su trabajo, en estudiantes irresponsables e indisciplinados, en padres de familia que no asumen su papel, en religiosos y religiosas que no viven al estilo de Jesucristo. ¿Sabe qué es lo peor? Que cuando un mediocre obtiene poder, humilla y tiraniza a sus súbditos. Lo que no se imagina un mediocre es que el poder es temporal, y que tarde o temprano le quitarán lo que tiene y se quedará sin nada.
Por lo tanto, yo les invito a que trabajemos cada día más por una cultura de la excelencia. La sociedad actual requiere de funcionarios, religiosas, religiosos, psicólogos, abogados, médicos, padres de familia, estudiantes, ingenieros, trabajadores y jefes excelentes. ¿Es posible cambiar la mediocridad por la excelencia? Sí es posible. No podemos quedarnos con los brazos cruzados.
El ser humano es cambiante, es perfectible; estamos cambiando a cada segundo. Hay cambios en todos los ámbitos de la vida: en la familia, la Iglesia, el Estado, la política, la cultura, etc. No hay que tener miedo de comenzar a hacer los cambios que estos espacios requieren.
Dejemos a un lado el conformismo y la mediocridad. Aprendamos de los errores personales y de los errores de los demás. Los errores nos ayudan a madurar y cambiar; nos permiten asumir nuevos desafíos. Seamos personas excelentes en ese espacio en donde nos desenvolvemos todos los días.
El pasado viernes, 13 de octubre, se celebró el Día del Gerente en Guatemala. Es un día para reconocer el papel que desempeñan los gerentes en las empresas. Un gerente tiene que tener la capacidad de combinar los conocimientos administrativos con las fortalezas del equipo de trabajo, y caminar juntos hacia el logro de las metas que se han planteado.
Considero, que de alguna manera todos somos “gerentes” en nuestra vida. A nivel personal tenemos que aprender a descubrir nuestras fortalezas, con las cuales podemos trascender en la vida. En la familia los papás se convierten en gerentes de su hogar, porque tienen que tener la habilidad de descubrir las fortalezas y debilidades de los hijos, y guiarlos hacia el éxito deseado.
En conclusión, la mediocridad y la excelencia son dos maneras de situarse ante la vida. Cada uno decide qué legado quiere dejarle a la humanidad.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.