Según la RAE (2014), Una “revolución”, es una acción de revolver, de cambio rápido y profundo, de alboroto. En Guatemala, en 1944 hubo una revolución de la cual algunas personas aún hablan. Lo mismo pasó en Francia en 1789 con la llamada Revolución Francesa. Las revoluciones son parte fundamental en la historia de los países.
Una revolución se caracteriza por los cambios profundos en las estructuras políticas y sociales. Son fenómenos que dejan una huella indeleble en la memoria de los pueblos en donde se llevan a cabo.
En la actualidad, considero que es necesaria una revolución, pero no como la de 1944. Es urgente una revolución interior, una revolución que genere cambios en la mente y en el corazón de quienes formamos una nación; porque si las personas cambian, cambia todo un país.
Para hacer una revolución interior es indispensable reflexionar sobre la propia realidad. Hay que comenzar por descubrir las sombras personales, para luego convertirlas en luces capaces de iluminar la vida de los que nos rodean. Una revolución interior permite hacer cambios profundos en la vida personal y familiar.
Hay quienes prefieren seguir en las mismas, en el conformismo generacional, en la pasividad crónica, en el cascarón o escondite donde les dieron a luz sus padres. Hacer una revolución interior implica riesgos y sacrificios; pero al final del proceso, se verá la luz.
Una revolución interior es renacer nuevamente a la vida, es pasar de la cruz a la resurrección, de la oscuridad a la luz, del odio al amor, del rencor al perdón, de la desesperanza a la esperanza, de la duda a la fe. Esta revolución puede iniciarla pronto. ¿Dónde comenzar? ¿Cuándo comenzar? ¿Con quién comenzar? Comience con usted mismo. Propóngase cambiar la forma de expresarse de los demás, sea prudente y dé amor: a su esposa, esposo, hijos, alumnos, compañeros de trabajo, entre otros. Revolucione su mal carácter; una cosa es que un día se levante de mal humor; otra, que siempre se levante de malas pulgas(en buen chapín).
Hoy tiene la oportunidad de modificar su carácter, su conducta. Mantenga el equilibrio en lo que dice y hace. Si tiene todavía a sus seres queridos, ámelos; si a quien amaba ya no está físicamente con usted, rece por él; haga con otra persona lo que le gustaba o le gustaría hacer con quien ya no está con usted.
Comienza hoy mismo. Descubra aquellas ideas, pensamientos, comportamientos que necesiten ser cambiados y modificados en su vida; una vez detectados, póngalos sobre la mesa y hable con Dios. Tarde o temprano los cambios llegarán a su vida. Tenga paciencia y sea perseverante. “Sólo de Dios proviene la verdadera revolución y el cambio decisivo del mundo”, (Benedicto XVI).
Lo mejor que le puede pasar es viajar hasta el fondo de sí mismo, y descubrir que tiene la capacidad de cambiar y ser diferente; dese cuenta de que las creencias y paradigmas adquiridos desde la concepción pueden ser revolucionados. Tiene en sus manos el timón de su vida, y puede elegir el camino que le lleve a la felicidad verdadera. La revolución interior provoca dolor; pero el dolor, como el que sufre una mujer cuando va a dar a luz, trae consigo un nuevo nacimiento.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.