Siempre he considerado la vida como libro; un libro en donde aparecen escritas nuestras historias públicas y privadas, puesto que cada uno tiene derecho a su privacidad, y nadie tiene permiso de violentar ese derecho. Lo que uno es en el presente, es un reflejo de lo que hay escrito en ese libro.
De vez en cuando hay que sentarse a reflexionar sobre ese libro de la vida, no para sufrir, sino para integrar todas esas experiencias de sufrimiento y dolor que en algún momento nos tumbaron al piso, pero que gracias al coraje personal logramos ponernos de pie y encontrar razones para vivir.
Por experiencia propia les puedo afirmar que lo que nos hace daño en el presente son todos los pensamientos acerca de esas experiencias de dolor por las que pasamos ayer. Y entonces ese ayer, en vez de ser constructivo se convierte en una pesadilla constante en nuestra vida.
No es fácil asimilar e integrar las experiencias de dolor del pasado, pero si lo intentamos, sí es posible aprender a vivir en el presente sin que ese pasado se convierta en un dolor de cabeza. Sin esa integración y sanación de las heridas de ayer, nos costará un poco más disfrutar el hoy.
Hagamos un recuento de los daños que otras personas nos han hecho a lo lardo de nuestra historia personal, establezcamos un diálogo con ellos, y luego reconciliémonos con los mismos. Por salud mental tenemos que soltarlos y dejarlos ir. Ya no cargue ese costal de heridas. Es necesario dejarlas ir y despedirse de ellas; sólo así se estará en condiciones de ser libres y felices en el presente.
Que los insultos, las críticas, el acoso, los golpes, las amenazas, los gritos, etc., no nos transformen en algo que no somos. Créame que las personas que nos hicieron daño, tarde o temprano la vida les devolverá el daño que nos hicieron. Entonces, despídase de esas experiencias de dolor, decida ser feliz y la felicidad será una realidad en su vida.
Con las experiencias de dolor por las ausencias que otras personas han dejado en nosotros, ya sea la separación libre u obligatoria con otra persona, las ausencias existentes por las personas que nos han dejado porque han fallecido, tratemos de aceptar que fue lo mejor que les pudo pasar y que ellas siguen estando presentes en nuestra vida a través de los recuerdos que guardamos de los momentos que en vida pasamos juntos.
En nuestra vida presente, un valor que puede ayudarnos muchísimo a superar las adversidades de la vida es la “resiliencia”. Resiliencia viene del inglés “resilience” y este del latín “resiliens”, que significa “saltar hacia atrás, rebotar, replegarse”. Es la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos, (RAE, 2020). La resiliencia es la capacidad humana de asumir situaciones límite en la vida y sobreponerse y salir bien librados de ellas.
Una persona resiliente no comparte frases como “qué dura es la vida”, sino más bien afirma que “la vida tiene momentos difíciles”, tal como el momento difícil que estamos viviendo los guatemaltecos con el cierre total de Guatemala, a causa del Coronavirus. La vida no es dura, sino que tiene momentos difíciles. Esa capacidad de sobreponerse a los momentos difíciles en la vida se aprende con el tiempo. No se nace resiliente, sino que uno se hace resiliente. La resiliencia permite ver las adversidades de la vida con objetividad, creatividad y como una oportunidad para aprender y crecer.
La actitud que asumamos ante los problemas de la vida es clave para ser resiliente. No intentemos controlar las situaciones sufrientes y dolorosas, pero sí controlemos las emociones y sentimientos que esas situaciones generan en nosotros. Nunca reneguemos de esos momentos difíciles de la vida. Todo lo contrario, agradezcamos porque tenemos la oportunidad de experimentarlos y superarlos con una mentalidad positiva y asertiva.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.