A mi regreso de México, donde había cursado estudios de posgrado en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de México (UNAM), gracias a una beca otorgada por la Universidad autónoma de Guatemala (USAC) y cuya estancia en ese país aproveché, por inquietud personal para cursar una especialidad en Administración Hospitalaria, fui contactado por el Dr. Isaac Cohen Alcahé para invitarme y colaborar, con un grupo de médicos de distintas especialidades que se habían asociado, para organizar el Hospital Privado “Quetzaltenango”. Durante ocho años colaboré para ellos. Al mismo tiempo, me desempeñaba como maestro de tiempo completo en el Centro Universitario de Occidente (Cunoc) de la USAC, primero en la Facultad de Ciencias Económicas y después en la Facultad de Derecho, con el entonces director, Lic. Egil Ordoñez Muñoz, y el secretario académico y administrativo, Lic. José Ricardo López Marwordt, el primero ya fallecido (QEPD) y el segundo, un abogado penalista de los más destacados profesionales del derecho que ejercen en Quetzaltenango.
Por seguridad personal e inquietud profesional, en 1980 me trasladé a México y visité la UNAM, donde años atrás había cursado estudios de doctorado, con la sorpresa de que una excompañera se desempeñaba como coordinadora del Departamento de Intercambio Académico en dicha universidad; le comenté mi caso e interés por conseguir trabajo, y para mi satisfacción me propuso como parte de las ternas a universidades públicas de varios estados. Tuve algunas ofertas y, entre ellas, por la proximidad geográfica con el Distrito Federal (225 kilómetros), opté por la de la Universidad Autónoma de Querétaro, donde me desempeñé como catedrático e investigador de tiempo completo, hasta jubilarme, que actualmente es mi condición.
En Querétaro, por cuestiones académicas y conferencias que dicté en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), me relacioné con varios médicos, e incluso me desempeñé como asesor en un hospital privado. Esto permitió relacionarme directamente, por cuestiones de trabajo, con 28 médicos en Quezaltenango y 76 en Querétaro; y esto también, independientemente de la relación indirecta con los médicos por las conferencias ofrecidas y el ejercicio profesional, es lo que me acercó a relacionarme, en lo personal y conductual, con quienes se desempeñan en el noble ejercicio de la medicina. Y es aquí donde surge, de mi parte, el moral y obligado recuerdo, reconocimiento y réquiem por los doctores Isaac Cohen Alcahé, Eduardo Molina y Oscar Macal (internista y neumólogo, cirujano y cardiólogo, en su orden), cuya calidad y capacidad profesional en sus respectivas especialidades y cualidades humanas y personales, son un ejemplo para quienes los conocimos, nos relacionamos con ellos y también, por qué no decirlo: para quienes ejercen esta noble profesión.
En todas las profesiones hay cambios conductuales cuando las personas se gradúan y ejercen; sería largo comentarlos por los riesgos, hasta subjetivos que ello supone. En este caso, prefiero referirme a los médicos, no solo por lo que se comenta, me han comentado y también por lo que en lo personal he podido experimentar. Con disculpas para quien eventualmente se sienta aludido, con honrosas excepciones y lo que he podido experimentar, el caso de los médicos es especial; en muchos casos en general y en otros en particular, especialmente con los cirujanos. Hay familias de escasos recursos que maximizan sus esfuerzos para sacar a su hijo o hija como médico, y ya como cirujano(a), se distancia de ellas y hasta de sus relaciones sociales anteriores: antes comían queso de hoja, y ahora, solo quesos añejos y de importación, o como se dice coloquialmente, sucede como con los aspirantes e imitadores a y de nuevos ricos: cuando comen hierbas, eructan pollo, y cuando comen pollo, eructan caviar. Pero de todo hay en la viña del Señor.
Soy un profesional comprometido con la transparencia, la crítica y la propuesta, e identificado con los problemas sociales; los intereses y necesidades de los de a pie. / lufesaldy@hotmail.com