Una de los verbos que en las últimas semanas ha estado de moda es “renunciar”. Diferentes sectores del país demandan la renuncia del presidente, por incapaz y con poca capacidad para aceptar sus errores. Las voces que “hablan” tienen que poner su barba en remojo, antes de expresar lo que piensan, porque arrieros somos y en el camino andamos. Preguntas que me hago ¿A quién dejarían como presidente? ¿Realmente las voces que piden su renuncia son voces íntegras? ¿La solución a la crisis está en cortar cabezas? ¿Quiénes están detrás de las manifestaciones? ¿Es prudente salir a las calles en medio de una pandemia? Ésta es sólo una opinión.
El tema que quiero desarrollar no es éste. Solamente quiero usar este verbo “renunciar”, para que cada uno de nosotros lo aplique en su propia vida. Ya estamos en la cintura del año, y sería bueno que reflexionáramos sobre nuestros vicios, malos hábitos y antivalores. Una vez puestos sobre la mesa, hay que hacer decisiones.
Los malos hábitos y nuestros demonios mudos como el odio, la envida, el resentimiento y la avaricia, son demonios a los cuales hay que renunciar urgentemente. Estos son demonios que afectan nuestra vida emocional y espiritual. Porque si no renunciamos a estos demonios, éstos nos meterán en problemas serios en un futuro no muy lejano.
¿Cuáles son sus demonios personales? ¿Cuáles son sus demonios familiares, comunitarios, grupales y parroquiales? La renuncia a estos demonios nos permitirá vivir una más auténtica y feliz. A veces la familia se convierte en un lagar cultivador de males como la hipocresía y los chismes. Una familia libre de demonios, es una familia íntegra. Comience ya; no espere “mañana”, para hacer esos cambios.
Además de lo antes mencionado, creo que lo que urge también es renunciar a ese pasado doloroso. Hay muchas personas que viven sólo en el ayer; viven revisando constantemente el pasado, y ahí se quedan. Son incapaces de visualizar un futuro esperanzador. Para disfrutar esta vida y ser feliz, hay que renunciar a esas heridas del pasado, a los diferentes sinsabores con los que nos topamos, y decidir vivir el presente de la mejor forma posible.
Renuncie a sus miedos. Hágase amigo de sus miedos. No vea sus miedos como enemigos, sino como conductas que le pertenecen y que andan con usted por dondequiera que vaya. Renuncie al miedo del “qué dirán”, al miedo de ser criticado, al miedo de ser abandono. Renuncia al miedo que le tiene al miedo. Que el miedo sea su compañero más fiel. El presidente Franklin Roosevelt decía: “la única cosa a la que debemos temer es al miedo mismo”. “El miedo al miedo probablemente causa más problemas en nuestras vidas que el miedo en sí mismo” (Albrecht).
Por lo tanto, no le tenga miedo a renunciar a todo aquello que no le esté ayudando a construir su vida sobre una base sólida. Muchas veces no logramos lo que queremos porque el miedo nos ha dicho que no podemos y que jamás alcanzaremos las metas propuestas. Y es que el miedo paraliza hasta el más optimista. Si no somos capaces de vencer nuestros miedos, difícilmente seremos felices en este mundo.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.