Uno de los denominados “memes” que más me conmovió al inicio de la crisis sanitaria que actualmente afecta al mundo decía: “Dios cámbianos el 2020, tiene virus”. Pareciera una inocente frase sin embargo tiene un gran contenido de tristeza, melancolía y esperanza. Contiene la posibilidad de cambiarlo, al mismo tiempo la incertidumbre de no saber nada sobre el futuro. Esa arrogancia del ser humano de pensar que todo lo tenía controlado causo el desastre más grande hasta hoy visto. Por lo hijos, hermanos, padres, abuelos que han trascendido a una mejor vida, los efectos económicos y los sociales, sus huellas nos acompañaran por lo menos en los próximos cinco años.
Revisemos algunos efectos visibles al momento, aunque la causa aun es incierta. Datos del Ministerio de Educación dan cuenta que en el año 2019 la deserción escolar fue del 7%, recordemos que este es un promedio, entre el área rural y las ciudades. En el interior del país el porcentaje se incrementa por varias razones, especialmente la pobreza. La agricultura deja más beneficios a las familias que los estudios, por esta razón muchos padres dejan de enviar a los niños a la escuela. Pero también está en serio riesgo la continuidad de miles de estudiantes en las ciudades, en donde la oferta educativa de colegios privados es mayor, esto como resultado de la disminución de ingresos familiares lo que dificulta el pago de las colegiaturas.
Finalizando el presente año se estima una deserción del 10% en el sector primario, 15% en el básico y hasta un 20% en el diversificado, lo que representa un retroceso de 10 años. La calidad, si podemos llamarle así, de la educación a distancia es otro efecto incalculable. Los estudiantes universitarios no están exentos, posiblemente en la universidad de San Carlos sea menos que en las privadas, pero aun así no hay que dejar de considerar la posibilidad de una disminución de la matrícula en el 2021 y ausencias al cierre de 2020. ¿Quién gana con esto? Bueno, ya hay planes para aprovechar la debacle educativa. El titular de Prensa Libre del jueves 3 de septiembre menciona la posibilidad de bajar el salario mínimo, o sea ratificar que en Guatemala ofrecemos “Mano de Obra Barata”, otra estrategia más, según sus promotores, para atraer inversión.
Menos educación, menos plazas de empleo, otra vez en la ecuación encontramos bajos salarios, sub empleo y auto empleo. Antes de la pandemia 7 de cada 10 empleos se generaban en el (mal denominado) sector informal, con las consecuencias que eso tiene desde lo económico y social. Después de esta crisis la relación de empleo informal podría ubicarse en 8 de cada 10.
De la pobreza ni decir, de un 59%, puede llegar al 70%. Un gran porcentaje de la población que se ubicaba en el rango de la clase media, paso a la pobreza, y de esta, a la pobreza extrema. Lo que inevitablemente afectara en la economía del país. Una caída del Producto Interno Bruto en el rango del 3 al 4% para el 2020, esto gracias a las remesas familiares, sin estas tendríamos datos entre un 6 y 8% de caída. Los dólares provenientes del país del norte han registrado en julio y agosto cifras record por arriba de unos mil millones, montos nunca antes vistos.
El endeudamiento público es un costo que llevara años cubrirlo, sin ser fatalista, quizás los bisnietos aún tengan que pagar, eso sí, y solo sí, en los próximos años elegimos bien a los gobernantes, cosa que dudo mucho, lo que nos llevaría a que nunca vamos a pagar la deuda. Los intereses a cancelar se consumirán un 25% de la recaudación tributaria en los próximos años, un costo exageradamente alto, sumado esto a la recaudación paupérrima producto de un sistema tributario regresivo, avizora años difíciles para los guatemaltecos.Y como si todo lo anterior fuera poco, el gobierno no responde a la inevitable pregunta ¿Dónde están los Q31 mil millones?
Profesor universitario, académico, profesional de las Ciencias Económicas.