Es indudable que la pandemia del Coronavirus se globalizó y a todos nos está golpeando, a unos países más que a otros. Los más afectados con muertes son Italia, España, China (con información muy dudosa) y Estados Unidos, este último cargando con el mayor número de contagiados. En el caso de Guatemala, se registran 70 contagiados y 3 muertos (al momento de escribir esta columna y si los datos son verdaderos). Aunque históricamente, ya se han tenido experiencias con enfermedades letales que han diezmado a la población de varios países, resulta novedoso y probablemente desconcertante para las generaciones que vienen desde los baby boomers hasta los centenials,
Hay quienes se preguntan todavía, si es más importante salvar vidas o salvar la economía, y por supuesto, hay diversas opiniones al respecto, varias de ellas divergentes, aunque por allí, hay algunos que creen que se puede proteger a ambas (por Ej, en Suecia). En lo personal, creo que no hay que detenernos en ese dilema o disyunción, porque ambas son muy importantes. En este momento, lo esencial es cuidar la vida, mientras se supera la pandemia, pero ello implica asumir los costos del decaimiento económico, no solo del presente, sino en el mediano plazo, hasta recuperar de nuevo el crecimiento económico. Más que el gobierno y los políticos, somos nosotros como individuos de manera solidaria hacia los demás, quienes realmente sacaremos al país adelante.
Con el estado de calamidad y las leyes de dudoso beneficio social que se están aprobando en el Congreso de la República, para endeudar aún más al país y con esos recursos priorizar el funcionamiento y no la inversión, puede suceder que el resultado de lo que están haciendo los politicastros, resulte más dañino que la crisis sanitaria. Van a dejar al país con una gran deuda, que por supuesto tendremos que pagar los contribuyentes presentes y los de varias generaciones futuras.
Mi intención en esta ocasión, es referirme a ciertas aseveraciones que han surgido con la pandemia y que tienen que ver con la fuerte desaceleración de la economía mundial, particularmente la de los Estados Unidos de América. He leído opiniones que hablan ya del colapso y fin del capitalismo, el fin del imperio, entre otras. No trataré mucho sobre esto, lo haré en otro momento, pero, pienso que eso no va a suceder en esta crisis, porque el capitalismo es un sistema joven si se le compara con otros que le antecedieron y porque lejos de extinguirse se ha diseminado en más países, particularmente de Asia. Además, creo que las personas que han vivido en este sistema, difícilmente querrán renunciar a las libertades y comodidades que proporciona. Me empezaré a inquietar, cuando vea caravanas de migrantes yéndose a países como Venezuela, Cuba, Corea del Norte, por ejemplo. En otra columna, de repente opinaré sobre eso.
Lo que veo con preocupación, es que ese “imperio” al que muchos odian, tiene en la actualidad, mucha importancia para la economía de nuestro país y lo que allí está sucediendo nos está afectando desde ya. Si es el imperio del mal, si los gringos son los que más consumen drogas, si van a reelegir o no a D. Trump, si van a invadir Venezuela, creo que eso, no es lo que debe preocuparnos ahora en este país, sino la dependencia que tiene nuestra economía con la de ellos.
Para ilustrar un poco, no olvidemos que en Estados Unidos viven alrededor de tres millones de guatemaltecos, que mandan remesas familiares y que en los últimos cinco años han equivalido a más del 13% del producto interno bruto, casi alcanzan el valor de las exportaciones y el año pasado crecieron 13.1%. En 2019, el valor de las exportaciones fue de US$11,176,5 millones y el de las remesas fue de US$10,508.3 millones. Seguramente, en 2020 si no se hubiera presentado la crisis sanitaria, el valor de las remesas familiares hubiera sido superior al valor de las exportaciones. Los efectos de la crisis sanitaria y particularmente de la economía de los Estados Unidos, ya se están reflejando en el flujo de remesas familiares. Como resultado de la crisis, en febrero de este año, las remesas disminuyeron 3.2% y en marzo disminuyeron 7.6%. Si se compara, el flujo de remesas de marzo de 2020 con el de marzo de 2019, hay una disminución de 9.7%. Si siguen disminuyendo, miles de familias que dependen de ellas se verán afectadas. Se estima que en este año las remesas familiares disminuyan más del 20%.
Otra actividad que puede verse seriamente dañada, son las exportaciones, porque el “imperio” nos compra más de una tercera parte de lo que el país exporta, por lo que si a ellos les va mal, a nosotros también. De similar manera, del total de importaciones, cerca del 37% vienen del “imperio”. Otro aspecto a tomar en cuenta, es que para enfrentar la crisis económica el gobierno de los USA, está poniendo a circular miles de millones de dólares, lo que probablemente incidirá en la tasa de inflación de ese país y que el dólar pueda depreciarse. Su economía, que en los últimos tres años creció en promedio 2.5%, este año se espera que crezca cerca de 0.3% o menos.
Estos son unos breves ejemplos, que evidencian la importancia que tiene la economía de ese país norteamericano hacia el nuestro, por lo que si continúa su deterioro, seguramente habrá repercusiones negativas para nosotros. Con los problemas internos de nuestra economía por esta crisis, más los derivados de los problemas de nuestros principales socios comerciales, se estima que solamente creceremos 1% o menos, después de que se estimaba un crecimiento de más del 4%. Obviamente, ese resultado significa sacrificios adicionales que tendremos que hacer.
Esa situación, probablemente la están enfrentando otros países como El Salvador, Honduras, México, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, que después de Estados Unidos y en ese orden, son nuestros socios comerciales más importantes, porque en conjunto, compran alrededor del 75% de las exportaciones de Guatemala. Entre menos padecimientos tengan estas economías, mejor para nosotros.
De ocurrir el supuesto fin del “imperio”, creo que no estaríamos muy felices, ni siquiera quienes tanto lo aborrecen. Creo que lo mejor, es no escupir al cielo.
Administrador público, economista, politólogo, abogado y notario, y profesor universitario.