Debido a mi experiencia de vida de los últimos días, quiero compartir con ustedes cuatro verdades y realidades propias de los seres humanos.
La primera realidad es la vida misma. Vivimos y existimos en este mundo. Esta vida que se nos ha dado como don, es finito. El regalo más grande que Dios nos pudo hacer es el de la vida. Tenemos una vida. Y a esta vida hay que darle sentido, haciendo cosas extraordinarias. El reto es utilizar esta vida para servir y dar lo mejor de nosotros mismos a los demás. Cada día, la vida nos presenta a muchas personas para que las hagamos mejores; pero no siempre lo hacemos. Hay quienes se dedican a hacer daño y dejar su veneno por todos lados. Hay una gran diversidad de cosas que podemos hacer con esta vida.
Una segunda verdad y realidad de la vida humana es la muerte. Un día vamos a morir. Somos seres limitados. Esta es una verdad ineludible. La muerte nos va llegar. Y de hecho morimos, no porque estemos enfermos sino porque estamos vivos. El sentido de la vida es la muerte. A nadie le gusta esta verdad, pero es una verdad evidente. Nadie sabe cómo es esa realidad de la muerte. Para experimentar cómo es, primero hay que morir. Los años que vivamos deben ser utilizados para preparar nuestro equipaje. Hoy visité a una mujer joven, muy enferma. Creo que morirá un día de éstos. Le di la Unción de los enfermos. Ella está lista, para dar ese paso entre esta vida y la otra. Usemos cada día de nuestra vida para preparar nuestro equipaje, de tal manera que, si el Señor nos llama hoy, tengamos todo listo para emprender el viaje a la vida eterna.
Una tercera verdad evidente es que, una vez muertos, vamos a ser juzgados por lo bueno o malo que hayamos hecho mientras vivíamos. Hay miles de personas que viven en su egoísmo y amargura, y se dedican a hacer daño a quien sea. Otros, teniendo cómo ayudar materialmente a tantas personas, se enamoran cada vez más de sus riquezas y ven con desprecio a quienes realmente necesitan de lo básico para vivir. Por otra parte, hay personas muy generosas. Comparten lo que tienen con los que no tienen nada para vivir. Pues llegará el día en el que seremos juzgados por las obras que hayamos hecho en este mundo. Hay un juicio al final de nuestra vida terrena.
Y una última verdad es que, una vez juzgados por nuestras obras, nos iremos al cielo o al infierno. En la doctrina católica creemos que al final de nuestra vida seremos juzgados. En ese juicio final se dictará una sentencia positiva o negativa. Si la sentencia es positiva nos iremos al cielo; si la sentencia es negativa, nos iremos al infierno. Existe un cielo y un infierno. A los que durante su vida se dedicaron a amar a Dios y amar al prójimo, se irán al cielo; si durante nuestra vida nos dedicamos a hacer el mal, entonces seremos conducidos al infierno. En ese juicio final se nos dará un premio o un castigo. ¿Qué está haciendo con su vida? Cada acción tiene una consecuencia. De nosotros los cristianos se espera que nos dediquemos a servir, a hacer el bien y evitar el mal a lo largo de toda la vida. Si en dado caso no estuviera haciendo nada con su vida, por favor comience a aprender a vivir. Cuando se sabe vivir bien, se es más pleno y feliz.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.