La posmodernidad acabó, entre otras cosas, con la privacidad y la intimidad; el hombre posmoderno es un ser que ha debido renunciar a estas dos condiciones en favorecimiento de otras.
La televisión lo hizo con el aumento de los programas de telerrealidad, que iniciaron como una forma de entretenimiento y fueron ganando terreno ante la trivialidad propia de la TV; en los medios en general la prensa rosa o del corazón es una de las que más adeptos genera; pero no son solo los famosos quienes han visto expuesta su intimidad, o la han expuesto para ganar más atención y dinero; la persona común encontró en las redes sociales una forma de contar su vida, pero también de facilitar el acceso a su privacidad.
El aumento de la delincuencia y de la corrupción propicia la necesidad del uso de cámaras de vigilancia, presentes en casi todas partes; y las escuchas telefónicas también parecen ser necesarias para registrar actos criminales.
Sin embargo, son las aplicaciones para dispositivos móviles y computadoras algo en lo que no se ha reparado, con las necesidades de uso de los teléfonos, son cada vez más las aplicaciones que se instalan, las cuales, para cumplir con su función piden permisos para acceder a la cámara, micrófono, mensajes, contactos, etc. Facilitando el acceso a estos dispositivos y a la información del móvil. No extraña por eso que empresas como Facebook tengan más datos nuestros que las propias instituciones de Estado, que conozcan nuestros gustos e intereses, acumulando una gran cantidad de información, la cual puede ser utilizada, como ya se vio con Facebook en el caso Cambridge Analytica.
Como en la novela de George Orwell, todos vigilan a todos; pero a diferencia de «El Gran Hermano», en donde era una decisión impositiva del régimen para el control, en este caso es el usuario el que acepta otorgar los permisos para mejorar su experiencia como usuario o para su propia seguridad, misma que se ve vulnerada al perder su privacidad.
No podemos, sin embargo, caer en la paranoia, pero lo cierto es que en la actualidad siempre se está expuesto, y la intimidad pasó a ser un concepto propio de la sociedad líquida de la que hablaba Eco.