El suicida quiere huir del dolor, no de la vida.
El suicidio es la tercera causa de muerte en jóvenes comprendidos entre 15 y treinta años, pero también se da en niños y adultos mayores. En sociedad, debemos tomarlo como una enfermedad, que se puede prevenir, estar atentos. Normalmente, el que lo intenta, no desean morir, pero en un acto desesperado lo intenta y algunas veces, lamentablemente lo consigue.
Hay muchos signos que podemos observar, que indican que está teniendo una ideación suicida recurrente, como: Hablar mucho sobre la muerte, el amenazar con matarse, el poner los asuntos pendientes en orden, el aumento en el consumo de alcohol y sustancias, el regalar sus pertenencias, el hacer notas de despedida en redes sociales, el buscar en internet maneras de morir, el aislarse y permanecer callado, el aumento de irritabilidad, de desesperanza, de ansiedad…
Alguien que presenta esta condición está pidiendo auxilio con estas señales. Hay que hablar con él del suicidio. Preguntarle si está pensando en quitarse la vida, que si tiene planes elaborados, que si cuenta con algunos medios letales y que sí tiene una fecha probable. Todo esto servirá para prevenirlo. Luego se remite a tratamiento terapéutico. Hablar del suicidio no lo provoca, lo previene.
El tratamiento terapéutico tendrá que ver con la relación que tiene esta persona con el dolor, normalmente es dolor emocional. Frecuentemente, tiene que ver con las relaciones sociales, principalmente con familiares, pareja y compañeros de estudio o trabajo. Muchos suicidas piensan que los demás estarían mejor si él, si muriera. Se siente despreciado, solo, aislado, no merecedor de nada positivo. Por lo tanto, necesita una mejor relación con el dolor, con las condiciones, con la realidad. Esto aumenta las posibilidades de vida.
Este dolor genera una realidad aumentada, generalizada y extrema, donde siente y piensa que nadie le quiere, que todo le sale mal, que nada bueno tiene en su persona, que nunca sale algo bien, que todo es contrario. El tratamiento terapéutico le hace concretar estos pensamientos, luego aceptar la realidad y luego comprometerse a actuar en la mejora de las circunstancias, si es posible, de forma realista y conductual.
Todos en el mundo pasamos momentos sombríos, todos tenemos dolor físico o emocional, todos llegamos a la desesperanza en etapas críticas, todos tenemos ideas pesimistas que nos bajan el ánimo y las ganas de vivir… pero casi siempre nos sobreponemos, aprendemos y seguimos adelante.
Lleva trabajo, encontrarle sentido a la vida, porque nos confunde eso de “encontrarle”, porque más bien es construirle un sentido, un propósito, que más que enfocarse en recibir, es dar. El servicio puede dar un buen sentido de vida. El poner a disposición de las formas de vida, los propios talentos, la inteligencia, la creatividad y el trabajo duro, con estas manos y este cuerpo que hoy palpitan… rebosantes de vida. Pero quizás la vida tenga sentido en sí misma… y solo basta vivir y agradecer. Le dejo la siguiente frase para que reflexione: “La vida es vida”.
Psicólogo clínico con más de 25 años de experiencia, docente universitario, escritor de temas de salud mental para la familia, la pareja y el niño. <strong>YouTube:</strong> Mil tips de Salud Mental y Escalón Infantil <strong>Facebook:</strong> Oswaldo Soto Psicólogo