Con el castigo… te digo… no estoy contigo.
Analice usted el siguiente experimento… A tres grupos por separado de niños, se les dice con una sonrisa “vamos a hacer un dibujo, aquí hay hojas y crayones”. A lo que cada grupo responde con un grito de alegría “!Yeee!” Se deja correr dos minutos y cada grupo está trabajando feliz, pero al grupo “B” se le dice, “Si hacen un buen dibujo, les vamos a dar un chocolate”…
Ahora este grupo cambia su placer por el dibujo y lo enfoca en el chocolate. Los grupos “A” y “B” siguen contentos con el placer de hacer un dibujo. Al finalizar, a cada grupo se les felicita por sus dibujos, pero al grupo “B” se les da el chocolate pactado. Y al grupo “C” se le dice, “porque hicieron un bonito dibujo, se ganaron un chocolate sorpresa” y ellos se ponen más contentos, disfrutaron del dibujo y ahora disfrutan del chocolate, en comparación con el “B” que no disfrutó del dibujo. El grupo “A” está contento con su dibujo y con las felicitaciones que recibió.
Al día siguiente, se repite el experimento, pero ahora sin chocolate. El grupo “B” antes de comenzar a dibujar dice: “¿y ahora qué nos van a dar?…” a lo que se les responde: “nada”, y dicen algunos, “entonces no dibujamos”. El grupo “C” también pregunta y se quedan más conformes al oír que nada se les va a dar.
Observe usted que el premio pactado, echa a perder el gusto por la materia de estudio, desplazándolo por otro objetivo. Es como decirle que, estudiar es feo y por eso es necesario darle un premio. Y cuando se deja de premiar, entonces se deja de estudiar. Se convierte en un pago.
Ahora, imagine que repetimos el mismo experimento, pero que en lugar de premio, le ofrecemos un castigo, entonces les echa a perder aún más el gusto por aprender. Solo estudiarán cuando se les azote, como a borreguitos para que caminen.
Un sistema autoritario le dice, si no haces “A” entonces yo te quitaré “B”, o peor aún te daré “C”, castigo. Lo cual amarga y trastorna el gusto por hacer las cosas. Pero hay algo más dañino, que consiste en decirle, “si no estudias, entonces no te amo”. Algunos padres y maestros les aplican el látigo del desprecio a los niños cuando no cumplen con los requerimientos.
Un sistema autoritario de premios y castigos en la escuela, en el hogar, genera hijos obedientes, competitivos, amargados, resentidos, odiosos, buscadores de aprobación, con sentimientos de culpa… y sin gusto por los buenos valores y costumbres.
Un sistema familiar y educativo de motivación, guía al niño a conseguir los efectos positivos de estudiar, de ser ordenado, de ser cortes… Les da buenos argumentos para que haciendo “A” conseguirán “B”.
Le dejo la siguiente frase para que reflexione: “Que sea la verdad misma, la que motive al niño a aprender”.
Psicólogo clínico con más de 25 años de experiencia, docente universitario, escritor de temas de salud mental para la familia, la pareja y el niño. <strong>YouTube:</strong> Mil tips de Salud Mental y Escalón Infantil <strong>Facebook:</strong> Oswaldo Soto Psicólogo