Una semana de bloqueos significa que la situación del país es compleja. Cada día más la inconformidad de la gente es mayor. Se ha visto la unidad expresada a través de los diferentes medios de comunicación. La petición es la misma: que renuncie la fiscal general Consuelo Porras, el Juez Orillada y Curruchiche. El silencio del presidente ante las acciones del Ministerio Público da margen a muchas interpretaciones. La actitud arrogante de la presidenta del Congreso Shirley Rivera es preocupante, y no digamos la actitud del sistema de justicia en general.
La conducta terca de quienes dirigen estos tres organismos del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, es una muestra concreta de que los tres son coyotes de la misma loma. Da la impresión de que lo que quieren es hacer todo lo posible por desvirtuar el proceso electoral, y que la dupla electa para el Ejecutivo no asuma el próximo 14 de enero.
Muchos se preguntan si es posible o no la renuncia de Consuelo Porras. Según mi humilde opinión, sí es posible que ella misma renuncie. El artículo 113 de la Constitución Política de la República de Guatemala dice: “Derecho a optar a empleos o cargos públicos. Los guatemaltecos tienen derecho a optar a empleos o cargos públicos y para su otorgamiento no se atenderá más que razones fundadas en méritos de capacidad, idoneidad y honradez”.
La constitución Política es clara en afirmar tres cualidades que los funcionarios públicos deben cumplir para desempeñar un cargo público: capacidad, idoneidad y honradez”. De estas tres, considero que cuando todo un país le dice a algunos funcionarios que ya no los quiere y que renuncien, es porque ya no son idóneos para continuar en sus cargos.
Esto es válido para los actuales funcionarios del Ministerio Público. Curruchiche, Consuelo Porras, Orellana y Sinthia Monterroso, por dignidad deberían de presentar su renuncia, porque el pueblo de Guatemala ya se dio cuenta de que dicen una cosa y hacen otra. Para ellos no es fácil redactar y presentar su renuncia, puesto que detrás de ellos hay otros grupos de poder que los están presionando a que sigan dando la cara, aunque ellos mismos estén conscientes de que ya no tienen nada de credibilidad.
Tener buena fama es clave para un funcionario público. Pero parece que los antes mencionados, ya no la tienen, y lo mejor que podrían hacer es dejar sus puestos a otras personas más idóneas. El pueblo de Guatemala les está pidiendo a gritos que se vayan; y eso queremos todos. Ojalá lo hagan muy pronto.
Por otra parte, la Corte de Constitucionalidad, con sus resoluciones no ayuda en nada. La resolución de la Corte de Constitucionalidad del jueves pasado es confusa y deja a la intemperie al Tribunal Supremo Electoral. Con esta resolución deja en manos de un juez la cancelación de un partido político. Esta resolución no es la solución al problema. Creo que lo agranda más.
En fin, así está Guatemala: en una crisis profunda. Espero que la voz del pueblo sea escuchada y que muy pronto quienes tienen el poder puedan proceder con sabiduría y encuentren una salida legal justa a esta crisis en la que ellos mismos han sumido a nuestro país.
Los cristianos, por nuestra parte, sigamos siendo voces proféticas, denunciando las injusticias; y, por otra parte, anunciando, con nuestro testimonio de vida, un cambio de vida en nuestra propia vida; pero, sobre todo, pidamos a Dios por una pronta conversión de quienes están en el poder y no quieren soltar el hueso.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.