En los artículos anteriores hemos hablado de hábitos que nos pueden ayudar a aumentar nuestra productividad, y de hábitos para tener un buen descanso. A continuación, profundizaremos un poco más en la forma en que funcionan los hábitos y de qué manera pueden repercutir negativa o positivamente en nuestra vida. La siguiente información se obtuvo de libro El poder de los hábitos, de Charles Duhhig.
Los hábitos se forman y operan de forma separada a la parte responsable de la memoria de nuestro cerebro. Nuestro cerebro está constantemente buscando la forma de ahorrar esfuerzo, y registrando secuencias de acciones para convertirlas en rutinas automáticas. Esto es muy útil en acciones como; parquear tu automóvil, bañarte, desayunar, ir a trabajar; estas rutinas automáticas nos ayudan a ahorrar tiempo, sin embargo, también pueden ser perjudiciales cuando se tratan de hábitos negativos que adquirimos y empezamos a desarrollar de manera inconsciente.
El proceso de formación y consolidación de un hábito es un bucle de 3 pasos: la señal, la rutina y la recompensa. La señal es el detonante que le da la orden a nuestro cerebro para realizar una acción determinada. La rutina corresponde a la realización de la acción y, por último, la recompensa, que es la que le recuerda a nuestro cerebro si vale la pena realizar este bucle para próximas ocasiones. Por ejemplo: Supongamos que te encuentras en tu casa sin muchas cosas por hacer y estás aburrido, el aburrimiento es la señal que le dice a tu cerebro que necesitas hacer una acción determinada, pude ser; ver televisión, navegar por internet, salir al cine, leer un libro o cualquiera otra actividad que pueda desvanecer el aburrimiento que sientes. Y, por último, la recompensa que en este caso es mejorar tu estado de ánimo; si repites estas acciones de manera continua habrás formado un hábito en tu vida, el inconveniente es que nuestro cerebro no distingue entre buenos hábitos y malos hábitos. Si tu decisión para cambiar tu estado de ánimo ha sido ver televisión y jugar videojuegos, habrás adquirido un mal hábito, y cada vez que te sientas aburrido habrás desperdiciado el tiempo en actividades que no aportan nada a tu desarrollo personal.
Lo bueno de los hábitos negativos es que se pueden sustituir. Volviendo al bucle de los 3 pasos: no podemos sustituir la señal, tampoco la recompensa; si cuando te sientes aburrido, en vez de ver televisión decides hacer una caminata en el parque, leer un libro o hacer ejercicio, estarás empezando a sustituir los hábitos negativos en tu vida. Estos cambio de rutina aplican para muchos cambio negativos que tengamos, estudios han demostrado que consumidores de alcohol han podido sustituir su rutina de ingerir alcohol, en la mayoría de ocasiones lo que impulsa a las personas a ingerir alcohol no es el hecho de sentirse mareado, sino entablar una buena conversación, quizá encontrar un consejo para resolver sus problemas o para sentirse mejor, un café en lugar de una cerveza puede ser un buen hábito para cambiar una rutina como esta. La clave está en reconocer que el habito no funciona de manera aislada, sino que está acompañado de una señal, que puede ser quizá de una emoción, o quizá un momento especifico del día, o muchas otras señales que pueden desencadenar la rutina, que brindará una recompensa, la cual se puede ver manifestada en muchas formas.
Es interesante conocer que nosotros podemos desarrollar distintas clases de hábitos, pero también pueden ser inculcados por la sociedad, o por los medios. Una historia muy interesante es la de la pasta de dientes Pepsodente, que gracias a una campaña publicitario logró incrementar el uso de la pasta de dientes significativamente, a principios del siglo XX, tan solo el 7 % de la población usaba este producto, y solo 10 años más tarde, el 65 % de la población estaba utilizando la pasta dental en la higiene diaria. La estrategia publicitaria fue enfocada en buscar un hábito, para ello se utilizó el bucle de los 3 pasos; la señal que fue la placa bacteriana en los dientes; la rutina, que era usar la pasta dental, y por último la recompensa, que era obtener una dentadura blanca y reluciente. Sin embargo, cabe resaltar que para tener un hábito no solo basta con estos tres elementos, hay un elemento que es muy importante, que es el deseo de repetir las acciones hasta que el proceso se vuelva automático y se forme el hábito.
Pero, ¿cómo logró Pepsodent que la población usara el producto todo los días? La clave fue incluir dentro de sus ingredientes acido cítrico, aceite de menta y otros cítricos que, aunque no aportaban nada a la salud dental, generaban una sensación de hormigueo y frescura dental, que era en gran medida lo que los usuarios deseaban experimentar luego de lavar sus dientes. Estudios demostraron que usuarios de Pepsodent notaban que habían dejado de usar el producto cuando notaban la ausencia de este tipo de productos en su boca, así podemos ver que Pepsodent estaba vendiendo una sensación más que el producto en sí. La población empezó a desear dicha sensación, que acompañada de los elementos mencionados anteriormente, terminaron formando un hábito, primeramente en los Estados Unidos y con el paso del tiempo en el resto del mundo.
Esa estrategia se sigue utilizando hoy en día, creadores de videojuegos, aplicaciones para celular, algunas series de televisión aplican los mismos principios para crear hábitos en las personas. Hay videojuegos cuidadosamente creados que mantienen al jugador expectante, preguntas como ¿Qué encontraré en el próximo nivel? ¿Terminaré el juego? Son cosas que mantienen al usuario con el deseo de volver a jugar y de repetir la rutina que, con el tiempo, terminará creando el hábito. También puede ser la simple vibración de un celular, que nos lleve a la acción de revisar nuestro teléfono esperando encontrar algo interesante.
Una vez formado un hábito, empezamos a actuar de forma inconsciente, pero lo interesante de esto, es que, si bien no tenemos la facultad de cambiar las señales o la recompensa, sí podemos cambiar las rutinas que cambiarán nuestro hábito. Los hábitos fundamentales son los que, al adquirirlos, pueden cambiar otros hábitos. Un ejemplo clásico de un hábito fundamental es el del ejercicio. Una vez adquirido, podemos cambiar nuestra alimentación, dejar de fumar, consumir menos licor, etc.