El día de hoy nuestro país amanece con la esperanza al frente como cada día y me refiero al deseo de ver una Guatemala próspera en todos los sentidos, aunada a la expectativa de que sea así; no pierdo el enfoque de nuestra lamentable realidad y estoy consciente de la problemática grande que a lo largo de la historia nos ha acompañado, desnutrición, pobreza, analfabetismo, falta de oportunidades, corrupción entre otras. Problemas que seguramente no se resuelven en cuatro años y la única opinión que puedo emitir es que cada día pidamos a Dios que interceda por este país tan bello y bendecido.
Pedir cambios evidentes y contundentes es el deseo de todos los guatemaltecos, que sean para bien y no para mal, es el mayor de los deseos, aunque siendo realistas los mejores cambios son aquellos que llevan un proceso y a veces conllevan mucho tiempo.
Mucho tiene que ver la administración o a la cabeza de un país, ejemplo tenemos de países vecinos; pero también hay muchos que tienen que ver con quienes conforman un país, su población, su gente.
Esto es comparado como cuando uno quiere perder peso, puede inscribirse al mejor gimnasio, con maquinaria y personas altamente calificadas, para mejores resultados puede consultar al mejor nutricionista del país con los avances más actuales sobre el tema, pero si no está en usted tomar ciertas acciones y trabajar con determinación, disciplina, y probablemente con mucho esfuerzo, definitivamente no podrá ver los resultados esperados.
Así que sea el papel que desempeñemos en esta sociedad, hagámoslo con amor como para Dios, con honestidad, con positivismo, con entusiasmo, porque en esto radica una NUEVA ESPERANZA. ¡Dios bendiga a Guatemala!