Enfrentar y afrontar, dos claves para mantener los miedos a raya.
Érase una fría noche oscura, las pocas ramas de los escasos árboles existentes en el viejo cementerio se mecían con el viento, y el silencio tenebroso se rompía por las risas de burla de la pandilla del barrio, que se encontraba al principio de aquella larga calle, que animaban a Juan para que venciera el miedo de enterrar una moneda, allá al centro de las catacumbas.
Camina suave, se agacha, remueve un poco de tierra con su mano e introduce la moneda, pero no se percató que se paró en su propia bufanda. Al intentar levantarse, sintió que lo jalaban del suelo. Quiso gritar y correr, pero, el pequeño juego se convirtió en su muerte, al paralizársele el corazón. Hay miedos racionales que nos ayudan a vivir, pero otros irracionales que impiden vivir.
Existe tres respuestas ante el miedo, una es la huida, dos es el ataque y tres es paralizarse. Paralizarnos es la respuesta más desfavorable, huir solo hace que el miedo irracional se multiplique y se extienda más, así como una mancha negra sobre el agua. La mejor respuesta es atacar.
También existe el fenómeno llamado, indefensión aprendida, que consiste en que el sujeto aprende a dejarse ante la menor presencia de una amenaza, a tal punto de esperar resignado el destino, la voluntad del agresor y añorar un milagro. Lo curioso es que se observa que puede defenderse y que tiene recursos para agredir, pero hace nada.
Esta indefensión se puede ver en lo cotidiano. Un empleado que sabiendo que tiene la razón, se queda callado ante un regaño del jefe, un estudiante que mira para abajo mientras el profesor se burla de él, una esposa que intenta corregir la comida a toda prisa, ante un murmullo molesto de su esposo.
Alguien que no es capaz de enfrentar el miedo a los perros, luego temerá a los gatos, luego a las ratas y así a más. Alguien que le tiene miedo a los virus, puede limpiar exageradamente tratando de dejar un mínimo posible margen de error y un máximo posible de distancia. Huyendo así del objeto de su miedo, cediéndole más espacio. Agotándose y desmoralizándose en el proceso. Lo bueno es que si enfrenta algún miedo, si le quita terreno, los demás miedos comienzan a ceder, gáneles terreno.
Cuando sienta miedo pregúntese: ¿Qué es lo peor que me podría pasar? Luego dese cuenta que no es tan grave y tampoco tan grande, o quizás ni existe, o mejor aún, que usted es más fuerte de lo que había pensado. Luego afróntelo, si le vence, entonces tendrá seguridad y cada vez más empoderado o empoderada. Anímese a enfrentar el objeto de su miedo.
Le dejo la siguiente frase para que reflexiones: “Cuando vences tus miedos de humo, te ríes porque te das cuenta que no hay nada que temer”.
Psicólogo clínico con más de 25 años de experiencia, docente universitario, escritor de temas de salud mental para la familia, la pareja y el niño. <strong>YouTube:</strong> Mil tips de Salud Mental y Escalón Infantil <strong>Facebook:</strong> Oswaldo Soto Psicólogo