Cuando una persona es flexible a los cambios, la vida es más bella. Tanto dentro como fuera de la iglesia, en instituciones públicas y privadas, siempre hay personas que quieren seguir pensando y actuando como siempre lo han hecho. Son cabeza dura y tienen un corazón de piedra. Siempre me he preguntado ¿Por qué algunas personas son tan tercas que no quieren generar cambios en sus vidas?
Algunas personas no quieren cambiar porque se han acostumbrado a vivir de una manera mediocre. Se parecen a aquel aguilucho que nació entre pollos, aprendió a picar como pollo, a caminar como pollo y a comer como pollo. Nunca descubrió que era águila y podía volar. Murió creyendo que era pollo.
Gente tipo pollo y con mentalidad de pato la hay en todas partes. Algunos consideran que los cambios son malos y que lo mejor es estar como siempre se ha estado. Esta cultura conformista es el peor obstáculo para convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos.
Para aquellos que se han conformado con lo mínimo, intenten salir de su zona de confort.
Asuman riesgos. No les tengan miedo a los cambios. Asuman un nuevo modo de vivir. Por ejemplo, hay mujeres que en el presente están sufriendo maltrato físico y psicológico, y no se animan a mandar a la punta a su agresor. Es cierto, el rito del matrimonio dice que deben estar juntos hasta que la muerte los separe. Pero si en la pareja no hay madurez humana, es imposible ser feliz.
Hay estudiantes que se conforman con un promedio mínimo. Y no hacen nada para alcanzar la excelencia académica. Obviamente son estudiantes mediocres. Hay trabajadores en las empresas que no tienen iniciativa de nada, y se la pasan haciendo nada todo el día. No hacen el más mínimo esfuerzo para hacer propuestas a sus jefes y así mejorar su salario.
No se conformen con lo mínimo. La vida nos ofrece grandes oportunidades todos los días. No las desaprovechemos. Pero para sacarnos el jugo a nivel personal, tenemos que aprender a correr riesgos y vencer ese miedo que nos impide evolucionar y transformarnos en mejores personas.
Pienso que la gente resistente al cambio es aquella que tiene una baja autoestima, un pobre concepto de sí misma y un buen porcentaje de inseguridad personal. Prefiere estar como siempre ha estado, porque le angustia el hecho de pensar que le van a mover el pedestal en donde está parado.
Por lo tanto, un requisito básico para el cambio personal y para aceptar los cambios en las instituciones, es tener CONFIANZA en sí mismo. Y la mejor medicina para cambiar esa manera mediocre de pensar es el “conócete a ti mismo” de Sócrates. El autoconocimiento debería ser la máxima obligación y aspiración de todos y todas. La mayoría de nosotros quiere y desea que los demás cambien, que cambien las circunstancias. Pero este deseo no sucederá. El que piensa como pollo, morirá creyendo que es pollo. Entonces, somos nosotros los responsables de generar cambios en nuestra propia vida. Si yo cambio, cambia mi entorno.
Cambie sus malos pensamientos. Cambie sus malos hábitos. Cambie a esa persona que le está haciendo sufrir. Cambie su mal humor. Cambie esas ideas equivocadas que tiene de los demás. Tire el pánico y el miedo al bote de basura. Cambie su mediocridad. Cambie el qué pensarán los demás de mí por el “qué pienso yo de mí”. En términos religiosos, el cambio es conversión de vida. Inténtenlo. La consecuencia será el éxito y la santidad.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.