Mi mamá siempre decía:
—Es cierto que cuando uno se muere, nada se lleva, pero mientras tanto, hay que cuidar sus cosas…
Cuánta razón tenía.
Hay un principio estoico en esta idea: en realidad, nada nos pertenece, ni siquiera nuestro cuerpo. Tanto en muerte como en vida, no poseemos nada. Tu vaso, tu casa, tu ropa, tus lujos no son verdaderamente tuyos. Lo que sí te pertenece es lo siguiente:
La capacidad de administrar las cosas mientras el universo te permite tenerlas.
Algunos, y no me dejarán mentir, cuando ya no tienen alguna cosa, incluso si para otros parece insignificante, tienden a generalizar y dicen: “lo perdí todo”. Esta tendencia a clasificar la vida en tales extremos conduce a una de las principales razones de consulta en el ámbito de la salud mental, ya que genera un profundo malestar en la persona, porque a partir de ideas irracionales cree que su vida solo tiene dos realidades: buena o mala.
Cuando algo ya no nos pertenece, no es que lo hayamos perdido; en realidad, ha regresado al lugar del que vino.
Hay un ejercicio estoico que puede ayudarnos a comprender este principio: elige un objeto cotidiano al que le tengas mucho valor; es preferible que sea algo que pueda romperse con facilidad.
La idea es tirarlo al suelo o golpearlo contra una pared hasta romperlo.
Este ejercicio nos hace entender que a medida que la vida continúa, nos damos cuenta que ese objeto ya no es necesario para nosotros. Aunque lo recordemos con cariño, no podemos generalizar nuestra existencia diciendo que lo hemos perdido y eso es malo; simplemente ha dejado de ser nuestro y debemos seguir avanzando en un nuevo plano de consciencia. Esto es un principio de resiliencia.
Lo mismo ocurre cuando las personas que queremos se alejan o mueren. Cuando ya no están aquí, no es que las hayamos perdido: han regresado, o van, al lugar que ahora les pertenece.
José J. Guzmán (Quetzaltenango, 1993). Licenciado en Comunicación Social y estudiante de la licenciatura de Psicología. Más de 10 años de experiencia en medios de comunicación. Tiene un libro de poemas publicados: “La Escena Absoluta” (2012).