Hablar de la muerte es un tema que a muy pocos les gusta abordar, cuando pienso en la partida de mis seres queridos caigo en cuenta que el sólo hecho de hablar de esto experimento dolor, como la tristeza y nostalgia provocada por la ausencia de algunos de los que ya partieron.
En más de una oportunidad he conversado sobre lo que me gustaría que sucediera al momento de mi muerte, un día describí la forma en me gustaría lucir y que lucieran las personas que me aman al llegar a ese día, primero expresé: fuera una reunión no para acongojarse sino para celebrar la vida, entre otros deseos, que todos vistieran de blanco, entre globos, flores, música, recordarán mi partida y aportarán mucha luz ese día , lo que nunca imaginé es que al cumplir 50 años de edad, recibí una fiesta sorpresa con todos los detalles descritos al momento de mi partida; como han de imaginar fue un momento que jamás podré olvidar, ese día aunque un tanto frío y lluvioso aprendí una gran lección, que para cumplir cualquier deseo o expresar el más puro sentimiento hay que hacerlo en vida, es cierto que para los que compartimos la fe cristiana, el morir es ganancia, en este corto lapso de nuestra trayectoria y de nuestra existencia en esta tierra, debemos expresar nuestro amor y sentimientos, abracemos, acariciemos, perdonemos, convivamos, trabajemos, disfrutemos, riamos o lloremos y no posterguemos nada como que si hubiera un mañana .
La vida es corta y efímera, disfrutémosla cada día, si hoy la tenemos no la matemos, no vivamos como muertos en vida, celebremos la vida porque podemos encontrar la muerte al final del día y nosotros nunca sabremos el día.