Guatemala es un país pequeño, pero con una gran riqueza natural y cultural envidiable para muchos. Lamentablemente se nos va el tiempo en pensar si hay o no hay motivos para celebrar el Bicentenario y otras cosas más. Guatemala tiene una historia dolorosa y sufrida, pero de nada sirve darse golpes de pecho de lo que ya pasó.
Es cierto, Guatemala viene arrastrando problemas a nivel de educación, salud, trabajo y corrupción desde hace 200 años. La han gobernado buenos y malos políticos. Pero la responsabilidad es de todos. Muchos países tienen los gobernantes que tienen, porque eso es lo que el sistema democrático les ha permitido elegir. Es decir, no ha habido hombres y mujeres con valores que tengan el valor de revolucionar el sistema corrompido desde hace años.
Sin embargo, Guatemala está mejor que otros países del mundo. No soy conformista, pero es la verdad. Mire usted países como Afganistán, ahí sí se llora sangre; son países en donde se pisotea a los ciudadanos, especialmente a las mujeres. Es una cultura machista a muerte. Gracias a Dios, Guatemala es un país diferente.
En vez de estar juzgando una historia de la cual muchos de nosotros no fuimos parte, hay que ponerse bien los zapatos y comenzar a construir un país con más oportunidades para todos. Un ejemplo clarísimo lo está dando el personal médico que está en primera línea, tratando de salvar vidas humanas en los diferentes hospitales Civid-19 del país. Pero no sólo ellos, miles de guatemaltecos nos levantamos cada día con el deseo de hacer algo, desde nuestro oficio o profesión, por este país que tanto bien necesita.
Lo que tenemos que hacer los guatemaltecos es enorgullecernos y enamorarnos cada día más de lo que somos y tenemos. La riqueza cultural de Guatemala es enorme. Y en este sentido los cuatro grupos culturales, Xincas, Garífunas, Mayas y Ladinos, tenemos que trabajar más en unidad. Tenemos que unirnos, y dejar a un lado las diferencias culturales. La discriminación en todas sus direcciones debe desaparecer. La discriminación le ha hecho mucho daño a nuestro país.
Entonces, mi amor por Guatemala tiene que ir creciendo más y más. La única manera de transformar este país, es que usted “lo ame”, con sus luces y sombras. No hay que echarle más leña al fuego. El amor por Guatemala nos va a permitir valorar más nuestra cultura, nuestros símbolos patrios y nuestro patrimonio cultural en general. El día que de verdad amemos a Guatemala, ya no dejaremos tirada la basura por todos lados y seremos respetuosos de sus leyes y autoridades.
“El respeto al derecho ajeno es la paz” (Benito Juárez). Uno de los grandes problemas de los guatemaltecos es que se ha perdido el respeto. Esos modales de: “buenos días, con permiso, por favor, buenas tardes, disculpe”, a muchos les vale madre. Hasta en el Congreso de la República ya no existe el respeto. En general, el respeto a la autoridad ya no existe. Y este modo de proceder en la vida, lo único que demuestra es que la “educación” es una falacia. Queridos hermanos guatemaltecos, propongámonos amar este país, procediendo con excelencia en nuestro modo de hablar y actuar. Pongamos en práctica valores como el respeto, la tolerancia y la integridad. Dejemos a un lado el conformismo y la crítica crónica. Trabajemos arduamente y dejemos de utilizar a los demás para hacernos ricos. Pensar en el bien común, es amar a Guatemala.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.