“El ser humano puede sufrir sin estar enfermo, y puede estar enfermo sin sufrir”, (Frankl, 2016). Todo depende de cómo cada persona asuma la vida. En los años que llevo recorridos me he podido dar cuenta que el sufrimiento es una realidad inherente al ser humano. Se sufre desde que se nace hasta que se muere. Pero la actitud que se asuma ante el sufrimiento es determinante, para no considerarlo como una enfermedad, sino como algo parte de la vida.
Si usted hace una sumatoria de todos los sufrimientos por los que ha tenido que pasar, me imagino que son muchos. Ha sufrido en la familia, en la escuela, en el grupo, en la empresa, en el trabajo, etc. Y es que tarde o temprano, los problemas y las enfermedades aparecen. Irrumpen la vida repentinamente. ¿Cuál es su actitud?
Una actitud de rechazo nos convierte en sufrientes crónicos; una actitud de aceptación nos convierte en seres plenos. El reto para nosotros es que aprendamos a vivir integrando el sufrimiento en nuestra propia vida. Aunque nos parezca difícil, tratemos la manera de no rechazar las enfermedades, sino asumirlas e integrarlas, es decir, hacerlas parte de nuestra vida. Las enfermedades que aparecen repentinamente, hay que asumirlas como parte de la naturaleza humana, y no como situaciones extrañas a la misma.
La enfermedad del Covid-19 está causando mucho sufrimiento; pero hay otras enfermedades terminales que están provocando sufrimiento en muchísimos seres humanos en el mundo. Incluso, a nivel personal, hay ciertos hábitos tóxicos que nos hacen sufrir, como, por ejemplo, el alcohol y otro tipo de drogas. Cualesquiera que sean las enfermedades, no deben convertirse en motivo para sufrir y perderle el sentido a la vida. No es nada fácil, pero es posible.
Un sufrimiento mal integrado se convierte en dañino para la salud. Por ejemplo, un duelo mal sano, puede conducirnos a la depresión y la depresión al deseo de morir. Incluso un sufrimiento no integrado nos conduce al desencanto por la vida. Ese desencanto de vivir se ve reflejado en su forma de vestir, en sus posturas corporales y en su modo de asumir su existencia.
Pienso que nos cae bien meditar sobre esta frase de Tagore: “Yo dormía y soñaba que la vida sería alegría. Yo desperté y vi que la vida era deber. Yo trabajaba y vi que el deber era alegría”, (Frankl, 2016).. La vida es alegría y deber, es un compromiso. Cuando alguien no asume su vida con entusiasmo y se deja derrumbar por las enfermedades y el sufrimiento, entonces está desperdiciando este maravilloso don que Dios le ha dado.
Hay quienes afirman: me siento enojado, de mal humor, enfermo, no tengo ganas de nada, me quiero morir. Obviamente estos son síntomas de depresión, pero al mismo tiempo son indicadores de que aún no han caído en la cuenta de lo bello que es existir. Por lo tanto, encuéntrele sentido a su vida poniéndole los condimentos necesarios para darle sabor a su propia vida y a la vida de los demás. Ojalá pronto pueda renunciar al sinsentido de la vida, asumiendo una actitud propositiva y asertiva de la misma.
No se deje vencer por una enfermedad y por cualquier tipo de sufrimiento que aparezca en su vida. Dentro de usted hay un pozo en donde puede encontrar los valores suficientes para hacer del sufrimiento una oportunidad para ser feliz.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.