Hemos venido a la existencia, para ser plenos y felices. Y podemos ser plenos y felices en tres vocaciones disponibles para todos los seres humanos: la vida consagrada (que incluye la vida sacerdotal y religiosa), el matrimonio y la soltería.
Algunos hemos elegido la vida consagrada y sacerdotal para ser felices a través de los tres consejos evangélicos: pobreza, castidad y obediencia; otros han elegido el matrimonio para realizarse como personas; y algunos otros, eligen la soltería para sentirse autorrealizados.
La pregunta es ¿Soy feliz y pleno en la vocación que libremente he elegido? Para sentirnos plenos en cualquiera de las vocaciones que he mencionado, es indispensable inyectarle a esa vocación la virtud del amor. Una vocación sin amor no funciona.
Algunos síntomas de quienes no se sienten felices en la vocación que han elegido son: quejas crónicas, negativismo, amargura, maquiavelismo, sentimientos de inferioridad, culpa mal sana, entre otros. Alguien que no es feliz en su vocación verá la realidad y a los demás como culpables de sus fracasos existenciales. Son amantes de la crítica destructiva y de la hipocresía. Son perfeccionistas, es decir, ellos hacen bien todo; los demás son el problema.
Algunos de los síntomas de quienes viven plenos en la vocación que han elegido son: optimismo, alegría, serenidad, tolerancia y humildad. Una persona feliz en su vocación ve la realidad con lentes positivos; trata de ver en los otros lo positivo. No vive quejándose y ni culpa a los demás de sus propias desgracias.
Creo que vale la pena reflexionar sobre nuestra vocación. ¿Amo lo que hago? Si amo lo que hago, he elegido bien mi vocación. Si odio lo que actualmente hago, lo mejor sería atreverme a dar ese paso que nunca me he animado a dar, para ubicarme en donde voy a ser feliz.
Recuerde que estamos en el mundo sin ser del mundo. Es decir, nuestra meta última es la vida eterna, estar con Dios cara a cara. Y para vivir en la eternidad hay que sumar acciones buenas que nos conduzcan hacia esa vida. Considero que uno ejecuta acciones íntegras cuando está en la vocación correcta. Caso contrario se vivirá amargado y como mosca todo el tiempo.
Si usted está casado, viva como tal. Disfrute a su pareja y hágala sentirse plena. Ame a su pareja y familia. Si usted es consagrado o consagrada, disfrute su vida siendo pobre, casto y obediente. Si usted está soltero o soltera, goce su soltería con prudencia y moderación. Si cada cual hace lo posible por vivir bien la vocación que ha elegido, podemos convertirnos en constructores de una verdadera civilización del amor.
En todas las vocaciones se cuecen habas, es decir, el mal no se duerme, y nos pone trampas a cada instante. Pero, si estamos en sintonía con Dios, vamos a poder resistir a las tentaciones diversas y saldremos adelante. No esperemos vivir una vocación perfecta, porque somos humanos y tenemos muchas debilidades. Problemas de todo tipo siempre existirán. Por eso es importante pedir sabiduría a Dios para poder discernir los signos de los tiempos en cada una de las vocaciones que hay. Es posible ser feliz en el matrimonio. Es posible ser un consagrado, una consagrada plena. Es posible vivir nuestra soltería con alegría y felicidad. Seamos sabios y prudentes para no dejarnos manipular por ideologías de todo tipo, que lo único que hacen es convertirnos en mediocres y quejones crónicos.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.