Existen dentro de la condición de ser madre, situaciones que ponen a la madre en condiciones de sufrimiento crónico, cuando son víctimas de abuso sexual, físico, económico y psicológico. Situaciones que a largo y corto plazo la rompen, como que fuera un cristal, en mil pedazos, que luego juntarse y enconcontrarse a ella misma se le hace un proceso casi imposible de lograr.
Existen multiples estudios sobre la maternidad, me llama la atención un estudio realizado en 95 mil mujeres en las cuales un 12% se cuestiona la decisión de haber sido madres en el pasado, aun cuando es evidente que la mayoría de madres respondería que se siente satisfecha de serlo, este porcentaje que solo evidencia un estudio nos da algunos parámetros importantes sobre porque decidimos ser madres, cuando existen cuestionamientos sobre la maternidad que estamos viviendo, es probable que nos encontremos con una respuesta muy común y es que la maternidad no fue elegida libremente y eso llena a ese “supuesto” 12% de mujeres que se cuestionan el ser madres ahora. (decir supuesto es porque ese porcentaje puede ser aún mayor o menor)
Si una mujer tuvo el privilegio de elegir con libertad ser madre el proceso de satisfacción del ejercicio de la maternidad aumenta, pero si una mujer se vio siendo madre por un embarazo inesperado, un embarazo fruto del proceso de un abuso sexual, se vio con un embarazo porque la sociedad en la que vivía consideraba que se le “estaba pasando la edad”, o por diversas razones en las cuales no se pudo ejercer libremente el proceso de decisión de ser o no ser madre en un momento en especial en la vida, puede llevar a ser una madre con frustración, que vive la maternidad con culpa, con dolor, que con el pasar del tiempo lleva un acumulo de situaciones que la llevan a romperse.
Cuando una madre se rompe ( emocional o físicamente) la sociedad en la que nos desenvolvemos no la acoge sino la culpa, muchos hemos oído términos como “qué clase de madre deja a sus hijos tirados”,“ni que fuera un perro”, “es una madre desnaturalizada”, “ tú no has dado lo mejor”, “aguanta un poco más, las cosas van a cambiar”, “debes poner de tu parte”, “esa mujer prefiere la calle que cuidar a sus hijos”, etcétera, cuando estas frases resuenan en nuestra cabeza nos damos cuenta que ninguna de ellas lleva incluida la pregunta ¿Qué tanto vivía esa madre para tomar esa decisión? O ¿te puedo colaborar en algo? O ¿te comprendo, te puedo cuidar un momento a tus hijos para que tú te sanes? Preguntas que llevan el concepto de acompañamiento, sin embargo como sociedad es más común haber aprendido a juzgar y culpar desde la superioridad humana de yo soy mejor que tu porque yo no hago eso.
Una madre rota, debe ser acompañada, entendida, cuidada, muchas veces se nos dice que la madre es la base de la familia, es una pieza fundamental, que todo lo aguanta, que es más fuerte que el padre: ¡eso no es verdad!, solo se le permite mucho menos socialmente el expresar que también se siente frustrada, que también necesita ayuda.
Muchas personas a nuestro alrededor tenemos madres rotas, que luchan día a día por levantarse después de un dolor emocional profundo, después de haber sido agredidas por su esposo o pareja, física y emocionalmente, pero se levantan, para atender a sus hijos…pues no es eso la maternidad?
¿Y a la madre rota quien la cuida?
La madre rota la sanan los besos, las caricias de esos seres que le llaman día a día mamá.
Experta en sexualidad, derechos sexuales y reproductivos. Médica General, con especialidad en Ginecología y Obstetricia. Tiene una Maestría en Sexualidad Humana.