Después de la resurrección de Cristo, les tocó a los discípulos comenzar a anunciar el reino de Dios. Y un día, cuando Pedro iba al templo para orar, ve que llevan a un lisiado de nacimiento. Lo ponían todos los días a la entrada del templo para pedir limosna. Pedro le dice: “no tengo ni oro ni plata, pero te voy a dar lo que tengo: en el nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda”, (Hch 3, 1-10).
En el caso de Pedro, tenía a Dios en su corazón y eso fue lo que dio. Cada uno da lo que tiene. Valdría la pena que cada uno de nosotros se preguntara acerca de lo que tiene para dar y compartir con los demás. Es importante tomar conciencia de lo que se tiene para compartir con los otros.
Si dentro de cada uno existen muchos sentimientos negativos como el odio, la envidia y el resentimiento, pues eso es lo que normalmente vamos a dar en nuestras relaciones interpersonales. Pero si dentro de cada uno existen valores como el amor, el perdón y la paz, eso es lo que tenemos para compartir con nuestros semejantes.
En todos los espacios de la vida social cada hombre y cada mujer da lo que tiene. El reto para cada uno consiste en tener dentro de sí mismo a Dios mismo; un Dios traducido en valores y virtudes. Si Dios habita dentro de sí mismo, a dondequiera que vaya, irá dejando un sabor y un olor a Dios. Pero si dentro de sí mismo habita el mal, usted será como las moscas que dejan su veneno por todas partes.
Ahora bien, para dar lo mejor de sí mismo en su trabajo, en su casa, en su grupo, en cualquier contexto en donde usted se encuentre, le sugiero estos consejos:
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.