El recorrido apocalíptico del coronavírus por casi todos los países del mundo, está dejando una estela de dolor y muerte que nadie esperaba: cientos de miles de fallecimientos; problemas en la producción, distribución y consumo de bienes y servicios y muchos otros etcéteras más que la sociedad, está resintiendo y tardará (si es que lo logra) en olvidar. Esta pandemia está recorriendo el mundo frente a gobiernos que, por lo inesperado, no estaban preparados para enfrentarla; se sienten obligados a improvisar medidas para superar la dolorosa situación. Obviamente, por lo inesperado de tal pandemia, se tienen que desviar recursos presupuestados y destinados a cubrir otras necesidades, o recurrir al endeudamiento pues se trata de defender la vida de sus habitantes.
No hay uniformidad en las disposiciones que están tomando los gobiernos: algunas medidas, son iguales, pero, la mayor parte, son diferentes; esto es explicable porque todos los países se diferencian por su extensión territorial, el número de habitantes, la estructura geo política en general que los diferencia entre sí. Hay que reconocer la buena fé y sanas intenciones de las medidas, y las distintas formas para enfrentar el problema, aunque, no todas, han sido y vienen siendo acertadas y, lo que también, es explicable. Lo cierto es que el problema, no es solo el coronavírus y sus consecuencias; lo que viene y habrá de enfrentarse, es algo difícil pero no imposible de enfrentar; todo depende de la inteligencia, capacidad, sensibilidad social y la transparencia, con que se maneje la situación que está por venir y de todo lo cual, en todos los casos, lo deseable, es que se mantenga informado al pueblo; en nuestro caso, se informe con la verdad y honradez, a la sociedad guatemalteca.
En el caso de nuestro país, mucho de lo que habrá de enfrentarse más adelante, se está resintiendo ya: el desempleo, el control de precios que se está desbordando, necesidad de apoyo a aquellas empresas que resultan afectadas por el coronavírus y sus derivaciones, la reactivación de la economía y muchos etcéteras más, deberán ser consideradas por los tres niveles de gobierno dentro de su competencia: el nacional, departamental y municipal respectivamente.
El esquema estructural de la forma en que habrán de programarse todos y cada uno de los problemas, requiere capacidad, honradez, transparencia, e inteligencia no solo por parte de quienes encabezan los tres niveles de gobierno (nacional, departamental y municipal) sino, también, de sus principales colaboradores y asesores; estos últimos tendrán que demostrar su capacidad, para, también, dejar constancia de que son asesores de verdad, y no asesores de cartón nombrados por compadrazgo, amiguismo, contubernios políticos, u otras formas de las tantas que son ejemplo del favoritismo gubernamental, como los tantos que se encuentran y han sido señalados, en administraciones anteriores.
El insistir en la capacidad, honradez y transparencia de los funcionarios públicos, está plenamente justificado: recordemos los casos de corrupción e impunidad que fueron ampliamente difundidos y atribuidos, a las tres recién pasadas administraciones que no son pocos; todavía están en prisión, algunos de los procesados, pero, otros muchos que se enriquecieron al amparo del poder, han quedado en la impunidad, pero no borrado en la memoria de la sociedad que los recuerda y los recordará, como lo que son y fueron (¿.?) cuando tuvieron oportunidad de servir a Guatemala pero, solo ejercieron el cargo para defraudarlo buscando su beneficio y enriquecimiento personal. En casos como los derivados del coronavírus o similares, la forma de enfrentar la crisis y sus consecuencias, requiere no solo la capacidad, honradez y transparencia, de quienes encabezan los tres niveles de gobierno, estas cualidades, también deben ser compartidas por todas aquellas personas que por comisiones o asignación de tareas específicas (designados para distribuir apoyos económicos o distribución de bienes), tienen o tendrán estas tareas bajo su propia y personal responsabilidad.
El gobierno o los encargados para este fin, deben responder en todo y ser cuidadosamente seleccionados; no solo debe cuidarse que los apoyos lleguen a quien o quienes efectivamente lo necesitan, también deben adoptarse medidas de auditoría y control, para evitar desviaciones por acciones que, en vez de beneficiar a los necesitados, los recursos lleguen a p arar al bolsillo de algunos vivales que nunca faltan. No tomar en cuenta una situación como tal, es pecar de complicidad; hay que recordar el viejo refrán, que dice: “tanto peca el que roba la vaca, como el que le agarra la pata” que, traducido a nuestro idioma, quiere decir que tan responsable es el que desvía recursos para su propio beneficio, como quien, pudiendo evitarlo, no lo hace sino lo permite o se, peca de alcahuete y plena complicidad.
Soy un profesional comprometido con la transparencia, la crítica y la propuesta, e identificado con los problemas sociales; los intereses y necesidades de los de a pie. / lufesaldy@hotmail.com