Si le damos un vistazo a la sociedad y al mundo en general, se visualiza un mundo fracturado por odios, envidias y discordias. En muchas instituciones las divisiones están a la orden del día, precisamente porque el corazón del hombre y de la mujer está dividido, está mal. Las divisiones llevan a la ruina a quienes las padecen. Ejemplos abundan.
Lo que hay que hacer para sanar esas divisiones es comenzar a sanar las heridas existentes en quienes formamos la sociedad. Si hablamos de la sociedad guatemalteca, muchos viven divididos por la incapacidad para establecer un diálogo auténtico consigo mismos y con los demás, y por la inmadurez de quienes lideran en la misma sociedad.
¿Por qué está dividido el mundo? ¿Por qué está dividida Guatemala? ¿Por qué estamos divididos en las instituciones que representamos? Las respuestas son diversas, pero creo que estamos divididos porque Dios no habita en nuestros corazones. Las divisiones en las instituciones públicas y privadas, religiosas o no, son una expresión de la inmadurez humana, son una consecuencia del corazón del hombre dividido por envidias y discordias.
¿Cuáles son las causas de las divisiones? Las divisiones existen por falta de madurez humana, por odios, envidias y chismes que nacen en el seno mismo de los grupos, familias, comunidades y en la sociedad en general. Ese corazón duro se traduce en terquedad y testarudez. Por lo tanto, una virtud que puede ayudarnos para superar las divisiones en la sociedad en general es la humildad.
A algunos líderes del mundo y guatemaltecos les conviene tener una sociedad dividida. Bien reza el refrán: divide y vencerás. En el caso de Guatemala, al gobierno de turno no le conviene tener una sociedad unida. Le conviene que estemos divididos, porque gracias a esa división pueden seguir paseándose en esta nación. Una muestra de esa división en Guatemala son los más de 20 partidos ya inscritos para las elecciones del próximo año.
Las divisiones en la familia normalmente se deben a los chismes y a la ambición material de algunos. Hay familias que terminan en los tribunales por un pedazo de tierra. Hay parejas que terminan divorciadas por un chisme que surgió en una de las familias. Hay hermanos que terminan divididos por el odio guardado en su corazón.
Las divisiones también están dentro de la iglesia. Por lo general las divisiones eclesiales se deben a la inmadurez humana y a la falta de una auténtica comunicación entre sus miembros. La testarudez y lo poca capacidad de diálogo hace que las divisiones se afiancen cada día más en el seno de la iglesia. Pienso que la humildad es clave para superar las divisiones que se han enraizado en algunos grupos.
El gran deseo de Cristo fue y sigue siendo: “que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”, (Jn 17, 21).
Mi esperanza es que, en las familias, en las instituciones públicas y privadas, en la Iglesia, en las parroquias, en los grupos, etc., todos nos esforcemos por eliminar las divisiones que por muchos años se han convertido en una piedra de tropiezo para un florecimiento de valores y virtudes que permitan el surgimiento de la unidad y de la paz entre todos.
Las divisiones desaparecerán cuando las heridas causadas en la niñez se integren y se superen; las divisiones desaparecerán cuando la tolerancia y el respeto ajeno sean el estandarte de todos los ciudadanos; las divisiones desaparecerán cuando nuestra relación con Dios se fortalezca cada día más a través de la oración.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.