En los últimos meses, quizás días o al parecer años, la población guatemalteca a sufrido los efectos de una escalada de precios a nivel generalizado. En los mercados, tiendas y expendios, los precios suben, y suben, y no parecen detenerse. Claro ejemplo de esto, es el precio de los combustibles y el del gas propano, sin embargo el gobierno sigue con el discurso de que todo esta bien, el efecto del incremento de costos es para las grandes empresas y no para los millones de consumidores. Lo peor del caso es que presentan datos preparados por especialistas, profesionales que usan la ciencia para validar el discurso político.
Datos falsos para la toma de decisiones, como el caso del valor de la canasta básica alimentaria, según la publicación mensual realizada por el Instituto Nacional de Estadística guatemalteco, para marzo 2020 era de Q3,570.29, y la canasta ampliada Q8,243.5 ; para febrero de 2022 es de: Q3,134.40 y la canasta ampliada asciende a Q7,237.13.
Los datos anteriores reflejan una baja generalizada de los precios. La canasta básica entre marzo 2020 y febrero 2022, disminuyó su valor en un 12.21%, y la canasta ampliada, en el mismo porcentaje. Son datos oficiales, preparados por expertos del Instituto Nacional de Estadística, pero ¿podemos confiar en ellos?
A nivel mundial las previsiones desde el inicio de la pandemia revelan un incremento de los precios de las materias primas y los insumos, como el caso de fertilizantes para la agricultura y combustibles, siendo este último el más afectado.
La percepción de la población en general es que los precios han subido. Es muy evidente dicho incremento, sin embargo ¿por qué no lo revelan los datos?, sin estadísticas confiables es imposible realizar análisis.
A la pregunta, ¿a quien sirven los científicos, o profesionales de las universidades?, sirve de reflexión el comentario, muy pertinente para este caso, realizado por el Dr. Fernando Zuñiga, profesor de la Universidad Nacional a Distancia de Costa Rica, mismo que me permito compartir literalmente.
““Son decepcionantes y hasta repugnantes aquellos economistas que se esconden detrás de su refinado vocabulario, de sus manejos gráficos y de ecuaciones y modelos, para justificar una situación que a la larga es solo una manipulación política para salvaguardar intereses ocultos. La economía siempre ha tenido a su favor una amplia gama de términos, fórmulas, desarrollos matemáticos y gráficos que le dan un mayor peso en comparación con otras ciencias sociales, incluso ésta se da el lujo de tener un premio nobel cada año, a la par de ciencias duras como la física y la química.
El uso de los supuestos, que dentro del método científico son importantes para aislar fenómenos y extraer las variables que más explican una situación, sirve para otros fines cuando los utilizan estos economistas. Por ejemplo, el mito de la infalibilidad del mercado como mecanismo de control del sistema social, la soberanía del consumidor, la utilidad del consumidor, la racionalidad económica, los inexistentes equilibrios y muchas otras categorías que son vitales para ocultar realidades.
Un economista debe tener la capacidad hermenéutica de “traducir” sus elaboraciones, por más sofisticadas que sean, a un lenguaje comprensible no solo para la comunidad científica. Los distractores en ese discurso son sus gráficos, ecuaciones o fórmulas, que pudieron haber sido básicas para obtener los resultados pero que deben abstraerse para concluir, eso en el caso de que estemos hablando de un investigador científico serio. En caso contrario, el “vulgarismo científico” es cuando ese “combo” de símbolos y ecuaciones se convierten en formas de disfrazar el discurso.
¿Qué sucede cuando un economista explica un fenómeno económico bajo el supuesto de la infalibilidad del mercado? ¿Qué implicaciones tendrían las políticas propuestas por parte de ese economista? El tiempo se encargaría de demostrarle y arrojar en su cara la verdad de los hechos. El mercado falla, la mano invisible de Smith no existe, el consumidor no es racional, tampoco es soberano y nunca se llega al equilibrio, menos en la sociedad actual. Al final, se resume la historia en “daños colaterales” del modelo o las denominadas “externalidades”, conceptos muy adecuados para justificar el error.
Este planteamiento lleva a grandes errores en la historia, uno de los más recientes se cometió en el centro del capitalismo financiero moderno. La crisis financiera del año 2008 en Estados Unidos, precedida de lo que se denominó crisis de las hipotecas sub-prime, no fue nada más y nada menos que una serie de errores de los diferentes agentes económicos, asesorados por los “gurúes de las finanzas”. En muchos casos, sustentando sus análisis en que serían las fuerzas del mercado los que llevarían al sistema financiero e inmobiliario al equilibrio y a la superación de cualquier crisis. En ese largo camino, los daños colaterales fueron la ruina de los propietarios de viviendas, desposeídos de ellas, y algunas instituciones financieras. Prueba de la falla del libre mercado fue la intervención estatal para darle apoyo monetario a muchas entidades bancarias.
De la misma forma, en nuestros países constantemente se cometen “errores” por parte de esos economistas autorizados a participar en la toma de decisiones. Por ejemplo, en política tributaria aplicando impuestos progresivos pero con sistemas de cobros regresivos que perjudican a los que menos tienen. Políticas salariales, que implican incrementos irrisorios en los ingresos de los trabajadores, bajo argumentos imprecisos financiados por las cámaras patronales. Asignación de precios, modelos que tienden en el mediano plazo a aumentar las tasas de interés, con el enorme “daño colateral”, no solo en los potenciales usuarios de crédito sino en aquellos que sufren ese incremento en las cuotas mensuales.
También tratando de salvaguardar el sistema de libre mercado, se permite el ingreso de empresas que llegan a nuestros países a utilizar mercados cautivos, infraestructura, recursos naturales y hasta crédito nacional.”
Son múltiples los ejemplos en donde los científicos se alejan de la realidad, para justificar hechos o discursos, como los ejemplos que se presentan. En esto tienen gran responsabilidad todas las universidades del mundo, no se puede vender mentiras usando a la ciencia.
Profesor universitario, académico, profesional de las Ciencias Económicas.