Una de las mujeres que ha marcado un antes y un después en la historia de la humanidad y de la historia de la salvación es la Virgen María. ¿Quién era ella? Pues era una mujer joven, sencilla y humilde. No era una mujer poderosa, que viviera con grandes lujos o bien una mujer famosa. Pero, su apertura a Dios fue más que suficiente para dejar una huella indeleble en este mundo.
“Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”. Ella misma afirma su pequeñez y su humildad ante la grandeza de Dios. La más pequeña se convierte en la más grande. “Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede”, (Lc 1, 46-48).
La Virgen María es un modelo de mujer, porque en ella se ve reflejada la gracia de Dios. Si alguien quiere ver cómo la gracia de Dios funciona y actúa en una persona concreta, ahí está María. La humildad de la que era poseedora le permitió que Dios hiciera grandes cosas en su vida. Y de hecho así fue: Dios hizo grandes maravillas en la vida de la Virgen. Se convirtió nada más y nada menos que en la madre de Dios y madre de la iglesia.
Por ser una mujer normal, no le fue tan fácil aceptar la voluntad de Dios en su vida. Ante el anuncio de la encarnación del Hijo de Dios en su seno afirma: ¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen? En cierta manera se preocupó de esta gran responsabilidad ante Dios. Pero el Ángel le dice: “No temas, porque has hallado gracia ante Dios”. Finalmente ella afirma: “yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”, (Lc 1, 26-38).
Ella fue una mujer accesible a Dios. Le abrió su mente, su corazón y todo su ser “al que todo lo puede”. Y por eso es que Dios hizo grandes cosas en la vida de la Virgen. Esas grandes cosas no fueron solamente para beneficio de ella, sino para todos los que vemos en ella un ejemplo de entrega, fidelidad y perseverancia hasta el final.
¿Por qué digo todo esto? Porque ahora le invito a que piense en su propia vida. Obviamente es una reflexión para los cristianos que creemos en la Virgen del Rosario. ¿Qué tan accesible a Dios es usted? ¿Le ha permitido a Dios obrar grandes cosas en su vida? ¿Qué cosas? A veces nos quejamos de que Dios nos abandona y que se olvida de nosotros. Pero esto no es cierto. Muchas de las “desgracias”, es decir, sinsabores en la vida personal, familiar y comunitaria se debe a la marginación de Dios de nuestra vida.
Las desgracias de la vida no se deben a un castigo de Dios, porque Dios no castiga. Muchas de las cosas negativas de la vida nos suceden porque nosotros hemos sido infieles a la voluntad de Dios. Dios quiere obrar a través de la gracia de su Espíritu en nosotros, pero somos nosotros los que libremente optamos por pensar, sentir y hacer otras cosas que nada tienen que ver con lo que Dios quiere para sus hijos e hijas.
Para que Dios obre en nuestra vida tenemos que ser humildes, sencillos y fieles. La soberbia, la prepotencia y la arrogancia son antivalores que dañan y destruyen al ser humano. Cuando en el mundo y en nuestra vida exista menos soberbia, las cosas cambiarán rotundamente. Por lo tanto, este mes de octubre vale la pena reflexionar sobre la Virgen del Rosario y también sobre el “rosario”. El rosario es un resumen de la vida de Cristo. Los veinte misterios del rosario son la mejor herramienta espiritual para que Dios obre grandes cosas en nuestra vida.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.